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Las cosas que uno medita mucho o quiere que sean 'perfectas', generalmente nunca se empiezan a hacer...
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"Cada mañana, miles de personas reanudan la búsqueda inútil y desesperada de un trabajo. Son los excluidos, una categoría nueva que nos habla tanto de la explosión demográfica como de la incapacidad de esta economía para la que lo único que no cuenta es lo humano". (Ernesto Sábato, Antes del fin)
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martes, 20 de julio de 2010

Ante los huesos de Simón Bolívar

Un dolor hondo en el pecho, una punzada metálica que me quitó por unos momentos la respiración, sentí cuando vi las fotografías del esqueleto de Simón Bolívar presentadas 180 años después de su muerte en Sanpedro alejandrino. El primer pensamiento que me llegó atropellado a la memoria, fue el de mi profesor de medicina legal que en aquellas tardes soleadas y lejanas, en el hospital universitario de Manizales y frente a los cadáveres fríos ya por la muerte, nos enseñaba que, una hora, solo una hora tarda la muerte en mostrar su verdadero rostro en un cadáver. Una hora después de que la inevitable muerte llega y se aposenta para nunca más irse de un cuerpo, sale con su palidez o lividez a la piel, las mejillas, los ojos y los labios.
Me imaginé la cara voluntariosa y afilada de Bolívar tostada por el sol canicular y el viento frío o caliente de la América Meridional como llamaba a su Patria Grande, cuyos rasgos desdibujándose o deshaciéndose y que muy pocos se han atrevido a dibujar o a retratar por respeto, o temor o talvez porque pocos la vieron aquella hora después en el cuarto refrescado de esa casona colonial de teja española, con paredes de adobe grueso y piso de baldosines ladrillados, en donde quienes estuvieron debieron escuchar la brisa suave que cruzó por ente las hojas de los árboles frondosos que le hacen el sombrío.
Es un esqueleto humano como cualquier otro, que en su desnudez pelada y blanquecina muestra que, Simón Bolívar no es, ni será, una momia embalsamada para uso ritual masivo, ni anterior, ni ulterior, ni sucesivo. Pero ¿Cómo pudo permanecer incólume, casi intacto, resistiendo en el silencio oscuro y helado de su sepultura, el paso lento e inmisericorde de tantos años? ¿Fueron aquellos huesos ahora frágiles y quebradizos, los que soportaron y sostuvieron durante 47 años de vida infatigable; esa Voluntad suya de hierro, persistente y porfiada, que asombró o atemorizó a sus enemigos, y que condujo a sus amigos hasta las cumbres heladas de Ayacucho?
¿Son esos pensé, los huesos cuya sustancia humana o contradictoria y viva, sirvieron para que los tantos y ladinos enemigos suyos, lo vituperaran, vilipendiaran o difamaran, mientras hipócritamente lo enaltecían y lo enajenaban de sus seguidores, ocultando su verdadera esencia de conductor político-militar, integral, de la lucha anticolonial?
Si desea leer el artículo completo vaya a: http://www.argenpress.info/2010/07/ante-los-huesos-de-simon-bolivar.html

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