Winston Orrillo (LA POLILLA)
Sobre Vícky Peláez, presa en las ergástulas de Estados Unidos.
Estoy seguro que ninguno de los americanos que piensan -porque alguno habrá que lo haga- creerá en la difundida noticia de que la muy querida “chola” Vicky Peláez, reportera hasta los huesos y periodista de polendas, se había metamorfoseado en “espía al servicio de Rusia”.
Esto suena a humor negro, si no fuera la más preclara muestra del intento de amedrentamiento que, en el llamado “paraíso de la libertad”, se hace contra una periodista -y contra el periodismo, en general- que se atreve a poner la pica en Flandes, denunciar el sinsentido del Establishment y decirle al pan, pan y al vino… vinagre (en este caso).
Las columnas de Vicky Peláez, cusqueña si mal no recuerdo, eran como un tábano, como un permanente aguijón que desenmascaraba la pseudo-democracia del “american way of life” y, en cada una de sus notas, reportajes o artículos de opinión, sentaba cátedra acerca de lo que sigue siendo la misión fundamental del periodismo: decir la verdad le pese a quien le pesare...
Decir la verdad es reeditar lo que escribiera nuestro más ilustre pensador, José Carlos Mariátegui. Mutatis mutandis, él pergeño lo que sigue: “para un intelectual, para un pensador (para un periodista, añadimos nosotros) la prisión no es sino un accidente de trabajo”.
El haber urdido ese mamarracho de acusación contra Vicky Peláez, lo repetimos, es un caso más de amedrentamiento contra la libertad de expresión. Tarea para la SIP (digo, es un decir), pero mejor se la encargamos a la querida FELAP. Y a los organismos defensores de los periodistas en nuestro país, llámense Colegio de Periodistas o Federación Nacional de Periodistas...
Éstos son en realidad, sus delitos: Pensar libremente (y escribirlo), amar ese nuevo mundo, esa nueva humanidad que ha emprendido su marcha de gigante, y no se detendrá hasta lograr su segunda y definitiva independencia. He ahí una suma de las culpas de Vicky Peláez...
De todos modos, es hora de ver, enhiestas, las voces de los colegas periodistas e intelectuales no solo, por cierto, del Perú, sino de toda Nuestra América, a favor de esta limpia y denodada periodista que, como decía Martí, “en las entrañas del monstruo”, se atrevía a denunciarlo, con el desafío de peligros como el que ahora la mantiene -esperamos que temporalmente- confinada.
Saludos a Vicky Peláez, honra a su pluma salutífera y desmitificadora.
Winston Orrillo, Premio Nacional de Periodismo del Perú
Fuente: http://www.argenpress.info/2010/06/mi-amiga-la-espia-de-rusia.html
Sobre Vícky Peláez, presa en las ergástulas de Estados Unidos.
Estoy seguro que ninguno de los americanos que piensan -porque alguno habrá que lo haga- creerá en la difundida noticia de que la muy querida “chola” Vicky Peláez, reportera hasta los huesos y periodista de polendas, se había metamorfoseado en “espía al servicio de Rusia”.
Esto suena a humor negro, si no fuera la más preclara muestra del intento de amedrentamiento que, en el llamado “paraíso de la libertad”, se hace contra una periodista -y contra el periodismo, en general- que se atreve a poner la pica en Flandes, denunciar el sinsentido del Establishment y decirle al pan, pan y al vino… vinagre (en este caso).
Las columnas de Vicky Peláez, cusqueña si mal no recuerdo, eran como un tábano, como un permanente aguijón que desenmascaraba la pseudo-democracia del “american way of life” y, en cada una de sus notas, reportajes o artículos de opinión, sentaba cátedra acerca de lo que sigue siendo la misión fundamental del periodismo: decir la verdad le pese a quien le pesare...
Decir la verdad es reeditar lo que escribiera nuestro más ilustre pensador, José Carlos Mariátegui. Mutatis mutandis, él pergeño lo que sigue: “para un intelectual, para un pensador (para un periodista, añadimos nosotros) la prisión no es sino un accidente de trabajo”.
El haber urdido ese mamarracho de acusación contra Vicky Peláez, lo repetimos, es un caso más de amedrentamiento contra la libertad de expresión. Tarea para la SIP (digo, es un decir), pero mejor se la encargamos a la querida FELAP. Y a los organismos defensores de los periodistas en nuestro país, llámense Colegio de Periodistas o Federación Nacional de Periodistas...
Éstos son en realidad, sus delitos: Pensar libremente (y escribirlo), amar ese nuevo mundo, esa nueva humanidad que ha emprendido su marcha de gigante, y no se detendrá hasta lograr su segunda y definitiva independencia. He ahí una suma de las culpas de Vicky Peláez...
De todos modos, es hora de ver, enhiestas, las voces de los colegas periodistas e intelectuales no solo, por cierto, del Perú, sino de toda Nuestra América, a favor de esta limpia y denodada periodista que, como decía Martí, “en las entrañas del monstruo”, se atrevía a denunciarlo, con el desafío de peligros como el que ahora la mantiene -esperamos que temporalmente- confinada.
Saludos a Vicky Peláez, honra a su pluma salutífera y desmitificadora.
Winston Orrillo, Premio Nacional de Periodismo del Perú
Fuente: http://www.argenpress.info/2010/06/mi-amiga-la-espia-de-rusia.html
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