Una nueva carretera conecta a Perú y Brasil atravesando el sureste de Cusco. Tradiciones y arte milenarios desde los 4.700 m.s.n.m. hasta la selva alta
MARÍA LUISA DEL RÍO
Siete comuneros nos reciben con flautas y tambores. Gregorio Vargas Huallamani, guía local y presidente de la comunidad de Cuyuni, toca un pututo (caracol). Detrás de él se impone la cordillera blanca. En Cuyuni viven 63 familias propietarias de 546 hectáreas. El baile de bienvenida termina. Hace frío. Los cerros siguen verdes por la lluvia que cayó este verano.
CUYUNI: 4.180 M.S.N.M.
Hasta este paraíso de altura hemos llegado en menos de dos horas desde el aeropuerto de Cusco, por la carretera Interoceánica que llega hasta Brasil. Uno de los compromisos contractuales de Odebrecht –empresa encargada de ejecutar la obra– con el Estado, es el de poner en valor los atractivos culturales de las poblaciones que se encuentran en el camino. Buena cláusula que esperamos se siga planteando en futuras concesiones, gane quien gane.
‘Papachullay’ es un saludo a la chacra de papa. La comunidad comparte con nosotros su papa, deliciosa, amarilla y moradita, con un ají muy rico hecho con huacatay, culantro, maní y queso. Finalmente un mate de muña muy reparador. Cobran 30 dólares a cada pasajero, lo cual incluye esta demostración de costumbres y un almuerzo en el restaurante El Mirador, donde la comunidad ofrece lomo de alpaca, crocante de pollo con quinua, brochetas de cuyes, sopitas, etc.
La tarde se cierra con lo que ellos llaman “festival de la oveja” o ‘chitachuyasca’, esto se suele realizar de febrero a junio. Ocho ovejas intentan montarse entre ellas mientras observamos la ceremonia. A dos de ellas, las elegidas para “contraer matrimonio”, las adornan con flores en las orejas. Para eso las tumban en el suelo y las pintan con un pigmento colorado. Luego les vierten ‘traguito’ encima. Están sumamente incómodas las pobres. Una abuela con los dientes verdes de coca me saca a bailar. Lo hace muy seriamente, canta solita y no me mira. Bailar a veces no es sinónimo de disfrute ni de alegría ni de euforia, es baile nomás.
LA NOVIA DEL AUSANGATE
Seguimos el viaje con frío, por una carretera perfecta, hacia las comunidades Tinki y Pacchanta. El Ausangate aparece imponente y sagrado (ver video en la web). Aquí arriba ya no crecen más que pequeñas florecitas que saben resistir la granizada. Estamos a 4.500 m.s.n.m. y el ‘apu’ nos muestra, ahora sí, orgulloso, sus más de 6 mil metros de altura, su nieve, su accidentada superficie. Hace un frío del demonio. A su lado el Cayangate, nevado al que consideran la ‘novia’ del Ausangate. Al pie de ella, la laguna Azulcocha. Hasta este lugar hemos llegado en camioneta por una trocha en buen estado, pero la comunidad de Tinki ofrece hacerlo a caballo durante tres hermosas horas. El soroche amenaza a cada instante. El silencio es total. Las vizcachas se mimetizan entre las piedras. Hay que mirar un rato en silencio la laguna y el nevado, hay que pedirles protección, hay que darles las gracias por estar vivos.
UN TESORO EN MARCAPATA
Marcapata es un pequeño poblado entre Ocongate y Quincemil, seguimos dentro de la inmensa región Cusco. La actividad principal es la crianza de camélidos, le sigue la agricultura y, últimamente, el turismo, me cuenta Reberto Huallpayuncca Jorge, locutor de radio Pachatusan AM 1460 que transmite de 4 de la mañana a 8 de la noche en quechua.
El templo San Francisco de Asís es el más bello tesoro de Marcapata. Se construyó en el siglo XVII con piedra y barro. Cada viga o banca de madera están talladas y pintadas desde hace más de 500 años, cuando los jesuitas encargaron esta obra de arte barroco a algún artista de quien ya nadie recuerda su nombre. Cinco cruces vestidas que normalmente están en el cerro Pachatusán han sido bajadas para la fiesta de la Cruz. Los murales son conmovedores. Todo el templo está ladeado por tantos años soportando los arrebatos de la naturaleza.
QUINCEMIL, POR FIN LA SELVA
La madrugada siguiente seguimos el viaje. El punto más alto por el que pasamos antes de ingresar a la selva alta es Pirhuayani, a casi 4.800 m.s.n.m., donde la nieve golpea el parabrisas y empieza a pintar de blanco el techo de la única casita de alpaqueros que encontramos en estas alturas.
En Quincemil hace calor pero tampoco tanto, el río Arazá recorre un bosque tropical hermoso que colinda con zonas reservadas del Manu. Estamos ya muy cerca de Madre de Dios. Aquí tenemos la suerte de poder descansar en una hermosa casa construida por Constanza Barera, una mujer italiana que ya es una leyenda, de quien se dice fue la primera mujer piloto en el Perú, hace unos 60 años. Hoy la casa es de la familia Rodríguez Mariátegui, limeños animados a recibir turistas en esta hermosa selva por la cual este año podrían pasar, camino a Machu Picchu, unos 60 mil brasileños que ahora también gozan de la nueva carretera que nos une. El recorrido compartido en esta página es solo el segundo tramo de un periplo apasionante que puede verse completo en la guía “Interoceánica Sur” hecha por Rafo León (ver recuadro).
El Perú se ve hermoso desde las nuevas pistas, nuestra gente está conectándose, avanzar es siempre un placer.
SEPA MÁS
DATOS
La guía, de venta en librerías, incluye el trayecto entre Cusco y Urcos y el de Iñapari hasta Río Branco (Brasil).
BIODIVERSIDAD
Más de 1.200 kilómetros desde la puna hasta la selva baja.
EN LA RUTA
Planos, infografías, servicios, alojamiento, restaurantes, horarios y recomendaciones.
Hay información sobre fiestas patronales y consejos para saber en qué época del año es mejor viajar.
Siete comuneros nos reciben con flautas y tambores. Gregorio Vargas Huallamani, guía local y presidente de la comunidad de Cuyuni, toca un pututo (caracol). Detrás de él se impone la cordillera blanca. En Cuyuni viven 63 familias propietarias de 546 hectáreas. El baile de bienvenida termina. Hace frío. Los cerros siguen verdes por la lluvia que cayó este verano.
CUYUNI: 4.180 M.S.N.M.
Hasta este paraíso de altura hemos llegado en menos de dos horas desde el aeropuerto de Cusco, por la carretera Interoceánica que llega hasta Brasil. Uno de los compromisos contractuales de Odebrecht –empresa encargada de ejecutar la obra– con el Estado, es el de poner en valor los atractivos culturales de las poblaciones que se encuentran en el camino. Buena cláusula que esperamos se siga planteando en futuras concesiones, gane quien gane.
‘Papachullay’ es un saludo a la chacra de papa. La comunidad comparte con nosotros su papa, deliciosa, amarilla y moradita, con un ají muy rico hecho con huacatay, culantro, maní y queso. Finalmente un mate de muña muy reparador. Cobran 30 dólares a cada pasajero, lo cual incluye esta demostración de costumbres y un almuerzo en el restaurante El Mirador, donde la comunidad ofrece lomo de alpaca, crocante de pollo con quinua, brochetas de cuyes, sopitas, etc.
La tarde se cierra con lo que ellos llaman “festival de la oveja” o ‘chitachuyasca’, esto se suele realizar de febrero a junio. Ocho ovejas intentan montarse entre ellas mientras observamos la ceremonia. A dos de ellas, las elegidas para “contraer matrimonio”, las adornan con flores en las orejas. Para eso las tumban en el suelo y las pintan con un pigmento colorado. Luego les vierten ‘traguito’ encima. Están sumamente incómodas las pobres. Una abuela con los dientes verdes de coca me saca a bailar. Lo hace muy seriamente, canta solita y no me mira. Bailar a veces no es sinónimo de disfrute ni de alegría ni de euforia, es baile nomás.
LA NOVIA DEL AUSANGATE
Seguimos el viaje con frío, por una carretera perfecta, hacia las comunidades Tinki y Pacchanta. El Ausangate aparece imponente y sagrado (ver video en la web). Aquí arriba ya no crecen más que pequeñas florecitas que saben resistir la granizada. Estamos a 4.500 m.s.n.m. y el ‘apu’ nos muestra, ahora sí, orgulloso, sus más de 6 mil metros de altura, su nieve, su accidentada superficie. Hace un frío del demonio. A su lado el Cayangate, nevado al que consideran la ‘novia’ del Ausangate. Al pie de ella, la laguna Azulcocha. Hasta este lugar hemos llegado en camioneta por una trocha en buen estado, pero la comunidad de Tinki ofrece hacerlo a caballo durante tres hermosas horas. El soroche amenaza a cada instante. El silencio es total. Las vizcachas se mimetizan entre las piedras. Hay que mirar un rato en silencio la laguna y el nevado, hay que pedirles protección, hay que darles las gracias por estar vivos.
UN TESORO EN MARCAPATA
Marcapata es un pequeño poblado entre Ocongate y Quincemil, seguimos dentro de la inmensa región Cusco. La actividad principal es la crianza de camélidos, le sigue la agricultura y, últimamente, el turismo, me cuenta Reberto Huallpayuncca Jorge, locutor de radio Pachatusan AM 1460 que transmite de 4 de la mañana a 8 de la noche en quechua.
El templo San Francisco de Asís es el más bello tesoro de Marcapata. Se construyó en el siglo XVII con piedra y barro. Cada viga o banca de madera están talladas y pintadas desde hace más de 500 años, cuando los jesuitas encargaron esta obra de arte barroco a algún artista de quien ya nadie recuerda su nombre. Cinco cruces vestidas que normalmente están en el cerro Pachatusán han sido bajadas para la fiesta de la Cruz. Los murales son conmovedores. Todo el templo está ladeado por tantos años soportando los arrebatos de la naturaleza.
QUINCEMIL, POR FIN LA SELVA
La madrugada siguiente seguimos el viaje. El punto más alto por el que pasamos antes de ingresar a la selva alta es Pirhuayani, a casi 4.800 m.s.n.m., donde la nieve golpea el parabrisas y empieza a pintar de blanco el techo de la única casita de alpaqueros que encontramos en estas alturas.
En Quincemil hace calor pero tampoco tanto, el río Arazá recorre un bosque tropical hermoso que colinda con zonas reservadas del Manu. Estamos ya muy cerca de Madre de Dios. Aquí tenemos la suerte de poder descansar en una hermosa casa construida por Constanza Barera, una mujer italiana que ya es una leyenda, de quien se dice fue la primera mujer piloto en el Perú, hace unos 60 años. Hoy la casa es de la familia Rodríguez Mariátegui, limeños animados a recibir turistas en esta hermosa selva por la cual este año podrían pasar, camino a Machu Picchu, unos 60 mil brasileños que ahora también gozan de la nueva carretera que nos une. El recorrido compartido en esta página es solo el segundo tramo de un periplo apasionante que puede verse completo en la guía “Interoceánica Sur” hecha por Rafo León (ver recuadro).
El Perú se ve hermoso desde las nuevas pistas, nuestra gente está conectándose, avanzar es siempre un placer.
SEPA MÁS
DATOS
La guía, de venta en librerías, incluye el trayecto entre Cusco y Urcos y el de Iñapari hasta Río Branco (Brasil).
BIODIVERSIDAD
Más de 1.200 kilómetros desde la puna hasta la selva baja.
EN LA RUTA
Planos, infografías, servicios, alojamiento, restaurantes, horarios y recomendaciones.
Hay información sobre fiestas patronales y consejos para saber en qué época del año es mejor viajar.
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