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Las cosas que uno medita mucho o quiere que sean 'perfectas', generalmente nunca se empiezan a hacer...
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"Cada mañana, miles de personas reanudan la búsqueda inútil y desesperada de un trabajo. Son los excluidos, una categoría nueva que nos habla tanto de la explosión demográfica como de la incapacidad de esta economía para la que lo único que no cuenta es lo humano". (Ernesto Sábato, Antes del fin)
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domingo, 10 de octubre de 2010

.Ya era hora

Fuente: "El Útero de Marita"
por ocram el 07. Oct, 2010 en cine, literatura, noticias, politica, útero tv

—Tú ya lo sabes, por supuesto —dijo mi mamá, sin que le temblara la voz—. ¿No es cierto?
—¿Qué cosa?
—Que tu papá no estaba muerto. ¿No es cierto?
—Por supuesto. Por supuesto.
El Pez en el Agua. 1993.

Tenía 13 años cuando leí por primera vez a Vargas Llosa. Estaba intrigado. Por supuesto que sabía quién era y en mi familia algunos votaron por él en las elecciones del 90. Pero no lo había leido. Entonces apareció El Pez en el Agua y se desató el escándalo. Los diarios dedicaron páginas de páginas a entrevistar a las decenas de agraviados por el antipatriota ex candidato y, si mal no recuerdo, Lúcar (o un reportero suyo) leyó fragmentos del libro para demostrar el daño que le ocasionaba a la imagen internacional del Perú. La maquinaria del fujimontesinismo se dedicó a destripar el libro y a su autor literalmente durante semanas.

Con cada mención al libro abyecto, resentido y antiperuano, crecía la curiosidad.
Mi viejita lo compró y creo que lo devoré antes que ella. Pero, en vez de diatribas apátridas, encontré las memorias de un chiquillo al que a los diez años le presentaron a un fantasma: su papá. Pasumare. En ese momento me jodí, Zavalita.
El libro te atrapaba del saque. Las memorias del niño y luego joven revolucionario-wannabe eran tan cautivantes como la deliciosa y descarnada crónica del backstage de la campaña electoral, que había escandalizado tanto a los medios. Leyendo El Pez en el Agua aprendí algunas cosas: que era mejor leer el libro que la crítica, que los medios exageraban (o mentían) y que este pata Vargas Llosa escribía de putamadre.
Y así, gracias a Fujimori, me enganché para siempre con Varguitas. Para siempre. A estas alturas del día, cualquier cosa que pueda decir de él, o de su influencia en mi vida y la de tantos, palidecerá bajo su sombra. Sólo quería escribir este post para compartir un ratito la genuina felicidad que me dio despertar con la noticia del único premio que le faltaba y dejar constancia de ser uno más de la amplia legión de fans de su obra y su pensamiento (aunque, por supuesto, uno no deje de discrepar en ciertos temas). ¿Quién dijo que no hay justicia en este mundo? Veinte años después, Fujimori está preso y el señor Vargas se lleva un Nobel.
Hagamos un poco más de justicia: durante el día hemos visto a un Vargas Llosa bromista y de muy buen humor, que contrasta con la imagen solemne y hasta antipática que muchos tienen del novelista, que ha asumido tan abiertamente su rol de conciencia moral del país (y casi de las letras hispanas). Por supuesto, a cualquiera le alegra el día ganar el Nobel, dirán ustedes, pero lo cierto es que Mario suele ser un tipo divertido (de hecho, buena parte de su genialidad tiene que ver con la precisa ironía, siempre presente y casi nunca explícita, que despliega en sus novelas). Hace un par de años, presencié en vivo un monólogo de Vargas Llosa sobre una de sus facetas menos conocidas: su paso por el cine. A reír, que éste es un gran día.

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