Democracia, derechos humanos y libertades han sido temas ausentes en la campaña. Una visión optimista diría que hemos avanzado de manera importante y que, por tanto, no requerían una atención especial. Una visión preocupada iría más bien por el lado de lo poco que se cree que les interesan a los electores.
Así sea minoría, para mí sí son decisivos. No concibo el desarrollo en una sociedad en la que no haya plenas garantías para el goce de los derechos y el ejercicio de las libertades. Deploro la miopía de los que solo les preocupan cuando son violentados en las dictaduras de Venezuela o Cuba. Me indigna la hipocresía de los que las justifican, en esos países, en nombre de la “revolución”. Para mí es tan horrendo lo que hacen los gringos en Guantánamo, como espantoso el trato del castrismo a la disidencia.
Por eso desde el primer momento tuve claro que no podría votar ni por Humala, ni por Fujimori. En el caso del primero no solo rechazo su visión obsoleta de la economía que acabaría con lo que hemos avanzado para el bienestar de las mayorías. También me preocupa lo que representa en derechos humanos y en democracia. Humala fue denunciado por la CNDDHH por desapariciones forzadas, ejecuciones y torturas en Madre Mía. La CNDDHH se ha ratificado y el abogado del caso ha hecho pública sus sospechas sobre los cambios en las declaraciones de los testigos; tema que, por cierto, está ahora de nuevo bajo investigación. Humala fue también cómplice, si es que no líder –su entrevista en RPP durante los hechos releva de pruebas– del “andahuaylazo”; una asonada contra la democracia en la que mataron a cuatro policías.
A estas alturas parece inevitable su pase a la segunda vuelta. Eso hace aún más imperioso hacer todo lo posible para que la otra cara del escenario de catástrofe –sobre el que Vargas Llosa nos ha advertido– no termine sucediendo. Este 5 abril es un día propicio para recordar los crímenes cometidos por esa dictadura, el saqueo del país y el atropello a las libertades. No existe en el fujimorismo autocrítica alguna, que indique que han aborrecido estas prácticas; más bien, actitudes y rostros confirman que siguen siendo los mismos.
Sería un grave retroceso para la vida en democracia que una segunda vuelta se dé entre ambos. Debemos pensar de manera cuidadosa nuestro voto. Debemos usarlo estratégicamente y ver entre los que restan, quién está más cerca de encarnar esos principios; o, en caso de que no lo haga, sea más fácilmente fiscalizable.
NOTA: para los que esto de los “principios” les interesa un comino, dense cuenta al menos que, en segunda, Humala hará papilla a Keiko.
Así sea minoría, para mí sí son decisivos. No concibo el desarrollo en una sociedad en la que no haya plenas garantías para el goce de los derechos y el ejercicio de las libertades. Deploro la miopía de los que solo les preocupan cuando son violentados en las dictaduras de Venezuela o Cuba. Me indigna la hipocresía de los que las justifican, en esos países, en nombre de la “revolución”. Para mí es tan horrendo lo que hacen los gringos en Guantánamo, como espantoso el trato del castrismo a la disidencia.
Por eso desde el primer momento tuve claro que no podría votar ni por Humala, ni por Fujimori. En el caso del primero no solo rechazo su visión obsoleta de la economía que acabaría con lo que hemos avanzado para el bienestar de las mayorías. También me preocupa lo que representa en derechos humanos y en democracia. Humala fue denunciado por la CNDDHH por desapariciones forzadas, ejecuciones y torturas en Madre Mía. La CNDDHH se ha ratificado y el abogado del caso ha hecho pública sus sospechas sobre los cambios en las declaraciones de los testigos; tema que, por cierto, está ahora de nuevo bajo investigación. Humala fue también cómplice, si es que no líder –su entrevista en RPP durante los hechos releva de pruebas– del “andahuaylazo”; una asonada contra la democracia en la que mataron a cuatro policías.
A estas alturas parece inevitable su pase a la segunda vuelta. Eso hace aún más imperioso hacer todo lo posible para que la otra cara del escenario de catástrofe –sobre el que Vargas Llosa nos ha advertido– no termine sucediendo. Este 5 abril es un día propicio para recordar los crímenes cometidos por esa dictadura, el saqueo del país y el atropello a las libertades. No existe en el fujimorismo autocrítica alguna, que indique que han aborrecido estas prácticas; más bien, actitudes y rostros confirman que siguen siendo los mismos.
Sería un grave retroceso para la vida en democracia que una segunda vuelta se dé entre ambos. Debemos pensar de manera cuidadosa nuestro voto. Debemos usarlo estratégicamente y ver entre los que restan, quién está más cerca de encarnar esos principios; o, en caso de que no lo haga, sea más fácilmente fiscalizable.
NOTA: para los que esto de los “principios” les interesa un comino, dense cuenta al menos que, en segunda, Humala hará papilla a Keiko.
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