Lo que sí quedó claro en las palabras de Rodrigo Hinzpeter, es que el gobierno chileno no cree o no da crédito a los cuestionamientos, denuncias y análisis sobre la experiencia, prácticas, energía y decisiones de Rudy Giuliani.
De partida, algunos analistas indican que “tolerancia cero” debería denominarse “policías contras los pobres”, porque la centralidad de los operativos aplicados en Nueva York se concentraron en “los sin techo”, limpiaparabrisas, pintores ambulantes o artistas callejeros, vendedores ambulantes, mendigos, sex café, homosexuales, personas de raza negra, latinos y “delitos menores”. La “ley y el orden” como limpieza de la ciudad, donde se parte de la tesis de que los sectores pobres y marginales son la base del delito, son los que rompen las ventanas. Las analogías que se podrían hacer con Chile son evidentes.
Allan Arbulora Valverde, licenciado en criminología y derecho, escribió que con la “tolerancia cero” se dio “a las fuerzas del orden carta blanca para perseguir agresivamente a la pequeña delincuencia y expulsar a los enemigos a los barrios desheredados. Se partió de la teoría de la “ventana rota” formulada en 1982 por James Q. Wilson y George Kelling (que) sostiene que si se lucha paso a paso contra los pequeños desórdenes cotidianos se logra hacer retroceder las grandes patologías criminales”.
El especialista indicó que “el objetivo de esta reorganización es calmar el temor de las clases medias y altas…mediante el hostigamiento permanente a los pobres en los espacios públicos (calles, plazas, estaciones, ómnibus y subterráneos, etcétera). Para ello se emplean tres medios: la multiplicación de los efectivos y equipamientos de las brigadas, la reasignación de las responsabilidades operativas a los comisarios del barrio con la obligación de obtener resultados en términos cuantitativos y un relevamiento informatizado ( con un archivo central señalético y cartográfico que puede consultarse en las microcomputadoras instaladas en los patrulleros) que permite el despliegue constante y la intervención casi instantánea de las fuerzas del orden y redunda en una aplicación inflexible de la ley contra infracciones menores como la ebriedad, la mendicidad, los atentados contra las costumbres, las meras amenazas y otros comportamientos antisociales”.
La experta Florencia Fontan, master en Derecho de la Universidad de Harvard, manifestó que el formato Giuliani “parte de la premisa de que cualquier violación a la ley, sea grave o no, como orinar en la calle o atravesar fuera de los pasos de peatón, permite al policía parar al sospechoso, revisarlo e interrogarlo”. Agregó en tono cuestionador que “eso sería imposible en la mayoría de los países latinoamericanos. Es inconcebible criminalizar conductas aprendidas culturalmente”. Por cierto, el gobierno de la Ciudad de México le pagó hace varios años, 4 millones 300 mil dólares a Giuliani para un plan antidelincuencia…y cualquier persona medianamente informada sabe cómo anda la delincuencia en esa capital.
Esa manera de ver el combate al delito llevó a que en Nueva York se creara la Unidad de Lucha Contra los Crímenes de la Calle, es decir, el “delito menor” y la represión contra los protagonistas de la calle. En dos años hubo 45 mil personas arrestadas como “sospechosas”, 37 mil personas detenidas “sin motivo justificable” y hubo 4 mil casos abandonados por falta de pruebas. El 80% de los jóvenes negros y latinos de Nueva York fueron arrestados o cacheados al menos una vez.
Marina Lemle, de la ONG Comunidad Segura, escribió que esas políticas tienen un alto costo en derechos civiles y humanos porque “al intentar ‘cortar el mal de raíz’, reprimiendo hasta los ‘actos incívicos” que molestan a los ‘buenos ciudadanos’, surge un sistema represor policial-penal que criminaliza la miseria, abriendo espacio para los prejuicios y el uso excesivo de la fuerza”.
Mucho de lo anterior se constata, haciendo alguna analogía, con medidas tomadas por autoridades comunales, nacionales y policiales en Chile que llevan a limpiar de pobres grandes zonas urbanas, estigmatizar y reprimir “núcleos de peruanos”, efectuar operativos donde caen “sospechosos” como el realizado en el Barrio Bellavista y en Viña del Mar (y que se repetirá en otros lados), el objetivo de aumentar la dotación policial, castigar y reprimir todo tipo de ambulantaje, aumentar las penas por “maltrato de obra a carabineros”, combatir el comercio y las actividades informales de todo tipo, etc.
En esta línea, el Premio Nacional de Periodismo de México y especialista en temas de la derecha política, planteó que “perseguir a los desposeídos, agredir a quienes tienen hambre y carecen de techo, es uno de los peores crímenes que se pueden cometer. Es también la fórmula que resume la trayectoria de Rudolph Giuliani, quien por esa labor ha sabido cobrar millones de dólares a gobiernos latinoamericanos”.
Habrá que ver si será el caso de Chile. O si se seguirá la línea opcional planteada por juristas, penalistas, criminólogos, sociólogos, en el sentido de ver el tema de la delincuencia cotidiana como producto de las carencias económicas, sociales y educativas del país, y de factores específicos multicasuales (familia, entorno comunitario, etc.) y multidisciplinarios, inversión en prevención y orientación, coordinación a nivel país y de entidades. Claro, sin olvidar que en Nueva York como en otros lados, los triunfos frente a los carteles de narcotraficantes, tráfico de drogas, crimen organizado y mafias delictivas, son de escasos resultados.
HUGO GUZMÁN R. Diario Universidad de Chile
Fuente: http://diario16.pe/noticia/5005-a-policias-contra-los-pobres-parte-2
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