PERE RUSIÑOL | Pasó de paria a amigo de Occidente y acumulaba muestras públicas de amistad de los más variados mandatarios, desde Silvio Berlusconi hasta Tony Blair, pasando por José María Aznar, José Luis Rodríguez Zapatero y el rey Juan Carlos. Pero incluso durante esta luna de miel, Muamar Gadafi ponía los pelos de punta a los diplomáticos de EEUU en Trípoli, según revelan decenas de cables secretos de la embajada filtrados por Wikileaks, que muestran una auténtica obsesión por los pozos de petróleo y por las dificultades que bajo su régimen encontraban las empresas occidentales para operar en el país.
Público
“En Libia, el negocio es la política y Gadafi controla ambos”, sostenía un informe confidencial de febrero de 2009. Los cables de los diplomáticos de EEUU lamentan reiteradamente las interferencias de la familia Gadafi, que controlaba los sectores económicos más lucrativos. Pero el asunto estrella de los documentos filtrados, que generó ríos de tinta muy superiores a la preocupación por los derechos humanos, es el endurecimiento de las condiciones de la docena de compañías petroleras occidentales que operan en el país, lo que provoca un gran malestar en la embajada.
Libia es el primer país africano en reservas de petróleo, con 46.000 millones de barriles estimados, el doble que EEUU. En 2010, alcanzó los 1,8 millones por día, procedentes en un 80% de la zona de Sirte y cuya venta supuso el 95% de los ingresos del Estado. Los principales clientes son Italia (28%), Francia (15%), China (11%), Alemania (10%) y España (10%).
Crudo fácil de extraer
El petróleo libio no sólo es abundante, sino de gran calidad y fácil de extraer, lo que lo hace especialmente rentable: en algunas zonas, el coste de extracción es de apenas un dólar el barril. Cuando entre 2003 y 2004, Naciones Unidas y EEUU levantaron las sanciones, tras la renuncia del régimen a la producción de armas de destrucción masiva, las grandes petroleras occidentales volvieron masivamente al país.
Las compañías internacionales que dominan el mercado libio son Eni, Repsol YPF y el consorcio estadounidense Oasis, que integra en Libia a CoconoPhillips, Marathon Oil y Ameranda Hess. Pero está también sólidamente instalada PetroCanadá, TNK y Gaz-prom (Rusia), Total (Francia), Saga Petroleum (Noruega), Wintershall y RWE (Alemania), OMV (Austria), BP (Reino Unido), Occidental, Halliburton, Exxon (EEUU) Chevron se marchó en 2010 porque sus exploraciones no daban resultados, Woodside (Australia) y Japan Exploration Company, entre otros.
Indignación
La Embajada de EEUU siguió con lupa las condiciones del sector y reflejó su creciente indignación en los cables que enviaba a Washington. A partir de 2006, el régimen libio inició una ronda de contactos con las multinacionales para extender las licencias y endurecer sus condiciones exigía ampliar la cuota de beneficios que corresponde al Estado y el pago de un bonus millonario adicional, entre otras novedades, pese a que los contratos se habían firmado hacía apenas tres años y que faltaba mucho para que expiraran, lo que provocó gran malestar a la Embajada. Y cuando la mayoría de petroleras aceptaban y firmaban, los funcionarios estadounidenses no ocultaban su indignación.
La alarma se enciende para EEUU a finales de 2007, cuando Eni aceptó las nuevas condiciones y firmó: “Pese a que Eni lo vende como un éxito, el acuerdo conlleva aspectos negativos y puede facilitar el camino para que se impongan exigencias similares a otras concesionarias de petróleo y gas extranjeros”, lamenta un cable del 26 de octubre. Y añade: “El resultado es que Libia se queda con una parte mayor del petróleo producido y en las cuentas de Eni constarán menos reservas”.
Para leer el artículo completo vaya a: http://questiondigital.com/?p=12505
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“En Libia, el negocio es la política y Gadafi controla ambos”, sostenía un informe confidencial de febrero de 2009. Los cables de los diplomáticos de EEUU lamentan reiteradamente las interferencias de la familia Gadafi, que controlaba los sectores económicos más lucrativos. Pero el asunto estrella de los documentos filtrados, que generó ríos de tinta muy superiores a la preocupación por los derechos humanos, es el endurecimiento de las condiciones de la docena de compañías petroleras occidentales que operan en el país, lo que provoca un gran malestar en la embajada.
Libia es el primer país africano en reservas de petróleo, con 46.000 millones de barriles estimados, el doble que EEUU. En 2010, alcanzó los 1,8 millones por día, procedentes en un 80% de la zona de Sirte y cuya venta supuso el 95% de los ingresos del Estado. Los principales clientes son Italia (28%), Francia (15%), China (11%), Alemania (10%) y España (10%).
Crudo fácil de extraer
El petróleo libio no sólo es abundante, sino de gran calidad y fácil de extraer, lo que lo hace especialmente rentable: en algunas zonas, el coste de extracción es de apenas un dólar el barril. Cuando entre 2003 y 2004, Naciones Unidas y EEUU levantaron las sanciones, tras la renuncia del régimen a la producción de armas de destrucción masiva, las grandes petroleras occidentales volvieron masivamente al país.
Las compañías internacionales que dominan el mercado libio son Eni, Repsol YPF y el consorcio estadounidense Oasis, que integra en Libia a CoconoPhillips, Marathon Oil y Ameranda Hess. Pero está también sólidamente instalada PetroCanadá, TNK y Gaz-prom (Rusia), Total (Francia), Saga Petroleum (Noruega), Wintershall y RWE (Alemania), OMV (Austria), BP (Reino Unido), Occidental, Halliburton, Exxon (EEUU) Chevron se marchó en 2010 porque sus exploraciones no daban resultados, Woodside (Australia) y Japan Exploration Company, entre otros.
Indignación
La Embajada de EEUU siguió con lupa las condiciones del sector y reflejó su creciente indignación en los cables que enviaba a Washington. A partir de 2006, el régimen libio inició una ronda de contactos con las multinacionales para extender las licencias y endurecer sus condiciones exigía ampliar la cuota de beneficios que corresponde al Estado y el pago de un bonus millonario adicional, entre otras novedades, pese a que los contratos se habían firmado hacía apenas tres años y que faltaba mucho para que expiraran, lo que provocó gran malestar a la Embajada. Y cuando la mayoría de petroleras aceptaban y firmaban, los funcionarios estadounidenses no ocultaban su indignación.
La alarma se enciende para EEUU a finales de 2007, cuando Eni aceptó las nuevas condiciones y firmó: “Pese a que Eni lo vende como un éxito, el acuerdo conlleva aspectos negativos y puede facilitar el camino para que se impongan exigencias similares a otras concesionarias de petróleo y gas extranjeros”, lamenta un cable del 26 de octubre. Y añade: “El resultado es que Libia se queda con una parte mayor del petróleo producido y en las cuentas de Eni constarán menos reservas”.
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