INDIRA CARPIO OLIVO | Si usted está corto de dinero y afectado por el alza mundial de los alimentos, si vive en una zona rural de cuarto mundo y está seguro de que morirá siendo pobre, da igual si con sobrepeso o con bajo peso, entonces los grillos y los gusanos son una buena opción para su consumo de proteínas.
Como lo lee. Aunque le parezca absurdo, esta es la solución que ofrece Serge Verniau, responsable de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para la Alimentación y la Agricultura (FAO) en la capital más tranquila del mundo: Ventián-Laos: hay que empezar a comer insectos.
De los 6.775.235.741 habitantes de planeta tierra, mil millones están desnutridos, otros mil millones sufren de obesidad, mil 200 millones más viven en la indigencia y la mitad de la población, más de 3 mil millones, sobrevive con 2 dólares diario. En su frente sólo cabe un sello: pobreza. Y en letras pequeñas: muerte.
Sólo la mitad de lo que se produce en el mundo es para consumo humano y por supuesto: más llega a quien más tiene. Mientras, el mundo crece al revés. Los que tienen menos se reproducen más. 80 millones de personas nacen anualmente ¿El panorama? Desolador.
El Programa Mundial de Alimentos de la ONU declara al hambre y la desnutrición, a nivel mundial como principales riesgos para la salud, una situación más alarmante que “el SIDA, la malaria y la tuberculosis juntas”.
Sin embargo y pese al compromiso mundial de disminuir las cifras en rojo, el desempleo crece a causa de una crisis generada desde las más altas esferas del poder económico, poder que de seguro no le tocará comer ni gusano, ni grillo.
La Organización Internacional del Trabajo reveló que existían más de 205 millones de desempleados para enero de 2011 ¿Cómo sobrevive esta parte de la sociedad? Unos haciendo malabares, otros masticando insectos.
Los cereales más consumidos en el planeta elevaron su coste; el maíz aumentó 74 %, el trigo 69 % y la soja 36 %, según datos del Banco Mundial. La crisis económica degeneró en una alimentaria.
Mientras más de la mitad de la población mundial nos morimos de hambre y potencias como Brasil y EEUU (donde habitan 43.6 millones de pobres) apoyan la producción de agrocombustibles (el uso de los alimentos como energía para las máquinas); otra parte de esa mitad de la tierra se mueren por acumulación de hidratos de carbono en su organismo, es decir de obesidad.
Para este año la ONU ha calculado que en la tierra conviven mil millones de obesos con mil millones de desnutridos. Ambas situaciones se traducen en gente malnutrida y a su vez en muerte. Las consecuencias de la desnutrición y el sobrepeso son enfermedades crónicas no transmisibles casi nunca reversibles que afectan, como siempre, a los más débiles.
Actualmente aparentar unos kilos de más no es exclusivo para las clases medias y altas. El sobrepeso y la obesidad son enfermedades de las clases más desposeídas, producto de factores como el acceso a los
alimentos ricos en carbohidratos, que tienden a ser de producción masiva y de bajos costos en comparación con otros rubros. Las proteínas de las carnes son más costosas y por tanto menos accesibles. ¿La solución? Gusanos a la carta.
A la par de esta esta realidad, cada día mueren en el mundo miles de niños y niñas a causa del hambre y la desnutrición. Según el ala de la ONU para la agricultura y la alimentación (FAO) existen unos 925 mil millones de personas subnutridas.
25 mil niños mueren de hambre en el mundo a diario y siguen naciendo para engrosar la lista. Se calcula que anualmente más de 13 millones de niños nacen en el mundo con desnutrición. Estas personas representan una estadística más de pobreza potencial.
Y como si fuera poco, siguen las malas noticias. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) en 2010, alrededor de 43 millones de niños menores de 5 años sufrían de sobrepeso y el 65% de la población adulta que padecía esta enfermedad crónica, vivía en países en donde la muerte por enfermedades asociadas a la obesidad (infartos, diabetes, accientes cerebro-vasculares, osteoartítris y algunos tipos de cáncer, entre otros padecimientos) era mayor que las relacionadas al bajo peso.
En México, por ejemplo, coexisten estas dos caras de la desigualdad. Según Felipe Calderón, presidente de esta nación, más del 70% de los adultos tienen problemas con el Índice de Masa Corporal, 40% de Sobrepeso y 31% de Obesidad y además encabezan el ranking mundial en obesidad infantil, a la vez que el 40% de sus indígenas presentan grados de desnutrición crónica, estos últimos datos aportados por la ONU.
En el mismo México del drama alimentario, Carlos Slim, ciudadano de las tierras de Villa y Zapata figura como el hombre más rico del mundo, desplazando al dueño de Microsoft del primer escalón de la vergüenza. Su fortuna: 74 mil millones de USD, incrementada en 20.5 mil millones de dólares en un sólo año. Carlitos no come saltamontes, escala como uno.
El problema sigue siendo de distribución, no de producción. En el mundo se produce más del doble de lo que se consume, pero grandes cantidades se pierden en agrocombustibles, en alimentos contaminados, y siembras enteras en catástrofes naturales.
Algunos prefieren dejar podrir los alimentos antes de regalarlos o bajar su coste. Otros, como Slim, prefieren acumular riquezas mientras sus coterráneos se mueren con grasa en las venas o famélicos.
Hoy crucificaron a Cristo y, según el cuento, su sangre limpió de pecados al mundo. Pero ¿todo el mundo es también la Iglesia?
Le pregunto al Papa Benedicto, usted ¿comería grillos o gusanos? ¿Qué prefiere? ¿Los multiplicaría? Por un momento olvidé que este poderoso del mundo espiritual vive entre oropel, en un reino de 12 mil millones de euros. Hay personas que todavía se sorprenden porque Juan Pablo II regaló su anillo de oro a una familia pobre de una favela en Brasil, pero eso no se come;.
Acaso ¿debió regalarles insectos? La misma ONU que apoya las hambrunas por guerra así lo preferiría. Verniau dice ¡Cuando miras bien, un camarón gris o un grillo, tienen el mismo aspecto!
Este es el panorama, engáñese si así lo quiere. Cómase los gusanos antes de que estos se lo coman a usted.
Como lo lee. Aunque le parezca absurdo, esta es la solución que ofrece Serge Verniau, responsable de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para la Alimentación y la Agricultura (FAO) en la capital más tranquila del mundo: Ventián-Laos: hay que empezar a comer insectos.
De los 6.775.235.741 habitantes de planeta tierra, mil millones están desnutridos, otros mil millones sufren de obesidad, mil 200 millones más viven en la indigencia y la mitad de la población, más de 3 mil millones, sobrevive con 2 dólares diario. En su frente sólo cabe un sello: pobreza. Y en letras pequeñas: muerte.
Sólo la mitad de lo que se produce en el mundo es para consumo humano y por supuesto: más llega a quien más tiene. Mientras, el mundo crece al revés. Los que tienen menos se reproducen más. 80 millones de personas nacen anualmente ¿El panorama? Desolador.
El Programa Mundial de Alimentos de la ONU declara al hambre y la desnutrición, a nivel mundial como principales riesgos para la salud, una situación más alarmante que “el SIDA, la malaria y la tuberculosis juntas”.
Sin embargo y pese al compromiso mundial de disminuir las cifras en rojo, el desempleo crece a causa de una crisis generada desde las más altas esferas del poder económico, poder que de seguro no le tocará comer ni gusano, ni grillo.
La Organización Internacional del Trabajo reveló que existían más de 205 millones de desempleados para enero de 2011 ¿Cómo sobrevive esta parte de la sociedad? Unos haciendo malabares, otros masticando insectos.
Los cereales más consumidos en el planeta elevaron su coste; el maíz aumentó 74 %, el trigo 69 % y la soja 36 %, según datos del Banco Mundial. La crisis económica degeneró en una alimentaria.
Mientras más de la mitad de la población mundial nos morimos de hambre y potencias como Brasil y EEUU (donde habitan 43.6 millones de pobres) apoyan la producción de agrocombustibles (el uso de los alimentos como energía para las máquinas); otra parte de esa mitad de la tierra se mueren por acumulación de hidratos de carbono en su organismo, es decir de obesidad.
Para este año la ONU ha calculado que en la tierra conviven mil millones de obesos con mil millones de desnutridos. Ambas situaciones se traducen en gente malnutrida y a su vez en muerte. Las consecuencias de la desnutrición y el sobrepeso son enfermedades crónicas no transmisibles casi nunca reversibles que afectan, como siempre, a los más débiles.
Actualmente aparentar unos kilos de más no es exclusivo para las clases medias y altas. El sobrepeso y la obesidad son enfermedades de las clases más desposeídas, producto de factores como el acceso a los
alimentos ricos en carbohidratos, que tienden a ser de producción masiva y de bajos costos en comparación con otros rubros. Las proteínas de las carnes son más costosas y por tanto menos accesibles. ¿La solución? Gusanos a la carta.
A la par de esta esta realidad, cada día mueren en el mundo miles de niños y niñas a causa del hambre y la desnutrición. Según el ala de la ONU para la agricultura y la alimentación (FAO) existen unos 925 mil millones de personas subnutridas.
25 mil niños mueren de hambre en el mundo a diario y siguen naciendo para engrosar la lista. Se calcula que anualmente más de 13 millones de niños nacen en el mundo con desnutrición. Estas personas representan una estadística más de pobreza potencial.
Y como si fuera poco, siguen las malas noticias. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) en 2010, alrededor de 43 millones de niños menores de 5 años sufrían de sobrepeso y el 65% de la población adulta que padecía esta enfermedad crónica, vivía en países en donde la muerte por enfermedades asociadas a la obesidad (infartos, diabetes, accientes cerebro-vasculares, osteoartítris y algunos tipos de cáncer, entre otros padecimientos) era mayor que las relacionadas al bajo peso.
En México, por ejemplo, coexisten estas dos caras de la desigualdad. Según Felipe Calderón, presidente de esta nación, más del 70% de los adultos tienen problemas con el Índice de Masa Corporal, 40% de Sobrepeso y 31% de Obesidad y además encabezan el ranking mundial en obesidad infantil, a la vez que el 40% de sus indígenas presentan grados de desnutrición crónica, estos últimos datos aportados por la ONU.
En el mismo México del drama alimentario, Carlos Slim, ciudadano de las tierras de Villa y Zapata figura como el hombre más rico del mundo, desplazando al dueño de Microsoft del primer escalón de la vergüenza. Su fortuna: 74 mil millones de USD, incrementada en 20.5 mil millones de dólares en un sólo año. Carlitos no come saltamontes, escala como uno.
El problema sigue siendo de distribución, no de producción. En el mundo se produce más del doble de lo que se consume, pero grandes cantidades se pierden en agrocombustibles, en alimentos contaminados, y siembras enteras en catástrofes naturales.
Algunos prefieren dejar podrir los alimentos antes de regalarlos o bajar su coste. Otros, como Slim, prefieren acumular riquezas mientras sus coterráneos se mueren con grasa en las venas o famélicos.
Hoy crucificaron a Cristo y, según el cuento, su sangre limpió de pecados al mundo. Pero ¿todo el mundo es también la Iglesia?
Le pregunto al Papa Benedicto, usted ¿comería grillos o gusanos? ¿Qué prefiere? ¿Los multiplicaría? Por un momento olvidé que este poderoso del mundo espiritual vive entre oropel, en un reino de 12 mil millones de euros. Hay personas que todavía se sorprenden porque Juan Pablo II regaló su anillo de oro a una familia pobre de una favela en Brasil, pero eso no se come;.
Acaso ¿debió regalarles insectos? La misma ONU que apoya las hambrunas por guerra así lo preferiría. Verniau dice ¡Cuando miras bien, un camarón gris o un grillo, tienen el mismo aspecto!
Este es el panorama, engáñese si así lo quiere. Cómase los gusanos antes de que estos se lo coman a usted.
Fuente: http://questiondigital.com/?p=12998
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