Zombiland
Escrito por Augusto Álvarez Rodrich para "La República"
alvarezrodrich@larepublica.com.pe
Sobre la relación periodista-propietario en la prensa.
Me han llegado mensajes de queja de colegas amigos que trabajan o colaboran en medios del Grupo El Comercio que se han sentido fastidiados por un comentario de mi columna de ayer sobre la cancelación de Prensa Libre de Rosa María Palacios.
Mencionan, en concreto, este comentario: “(Los directivos de dicha empresa) han optado, como ya lo han hecho en otros de sus medios, por una planilla periodística de zombis que hacen lo que el dueño les indica, ni más ni menos, y sin pensarlo”.
Sin duda, sería injusta la generalización que no era, en modo alguno, mi intención. Tampoco, hacer responsables a los periodistas del esfuerzo de sus jefes por chancar la libertad de expresión. Sí sería conveniente, sin embargo, si me permiten la recomendación, que busquen la oportunidad de marcar distancia con lo que están haciendo, en este caso, sus propietarios (aclaro: me refiero al propietario del medio en el que trabajan).
Lo pueden hacer, además, con la prudencia que evite despertar la sed de venganza de gente con autoestima baja por no haber podido sentar a su candidata en Palacio, lo cual ahora descargan despidiendo periodistas como sacrificios humanos ofrecidos a los dioses para recuperar la influencia perdida.
De paso, no deja de ser curioso, en este contexto, que algunos medios se arañen por unas declaraciones inocuas de Ollanta Humala en Ecuador, e interpreten que afirmaciones como que “la libertad de expresión no es privilegio de una élite” es “volver a la carga contra los medios de prensa”. Y que, al mismo tiempo, los mismos medios, camuflen la liquidación de Prensa Libre –como desean sus propietarios– poniéndola como nota secundaria de la sección de farándula, cuando se trata, sin duda, de una noticia política que tiene consecuencias políticas.
No es bueno pasar ‘piola’ en esto. Tomar posición en el caso de Prensa Libre es trascendental para el ejercicio decente del periodismo pues hay mucho en juego. La respuesta es importante, al margen de la línea ideológica del periodista, para que quede claro a todos –propietarios, políticos, anunciantes y, por qué no, también a los propios periodistas– que un periodista no es, como decía ayer en mi columna, un zombi o un robot para decir lo que el propietario no se atreve a decir.
Hay principios fundamentales del periodismo, como la búsqueda de la verdad, que nunca se deben negociar, ni siquiera por un sueldo estupendo o por una posición jerárquica distinguida, y en lo cual no se puede seguir el ‘consejo’ de Groucho Marx: “Estos son mis principios, pero si no le gustan, tengo otros”.
Ben Bradlee, el legendario director de The Washington Post, decía que todo gran director de diario necesita un gran propietario. Él tuvo la suerte de tener a Katharine Graham. Sin ella, no se tumbaban a Richard Nixon por ser un truhán.
Fuente: http://www.larepublica.pe/30-06-2011/zombiland
alvarezrodrich@larepublica.com.pe
Sobre la relación periodista-propietario en la prensa.
Me han llegado mensajes de queja de colegas amigos que trabajan o colaboran en medios del Grupo El Comercio que se han sentido fastidiados por un comentario de mi columna de ayer sobre la cancelación de Prensa Libre de Rosa María Palacios.
Mencionan, en concreto, este comentario: “(Los directivos de dicha empresa) han optado, como ya lo han hecho en otros de sus medios, por una planilla periodística de zombis que hacen lo que el dueño les indica, ni más ni menos, y sin pensarlo”.
Sin duda, sería injusta la generalización que no era, en modo alguno, mi intención. Tampoco, hacer responsables a los periodistas del esfuerzo de sus jefes por chancar la libertad de expresión. Sí sería conveniente, sin embargo, si me permiten la recomendación, que busquen la oportunidad de marcar distancia con lo que están haciendo, en este caso, sus propietarios (aclaro: me refiero al propietario del medio en el que trabajan).
Lo pueden hacer, además, con la prudencia que evite despertar la sed de venganza de gente con autoestima baja por no haber podido sentar a su candidata en Palacio, lo cual ahora descargan despidiendo periodistas como sacrificios humanos ofrecidos a los dioses para recuperar la influencia perdida.
De paso, no deja de ser curioso, en este contexto, que algunos medios se arañen por unas declaraciones inocuas de Ollanta Humala en Ecuador, e interpreten que afirmaciones como que “la libertad de expresión no es privilegio de una élite” es “volver a la carga contra los medios de prensa”. Y que, al mismo tiempo, los mismos medios, camuflen la liquidación de Prensa Libre –como desean sus propietarios– poniéndola como nota secundaria de la sección de farándula, cuando se trata, sin duda, de una noticia política que tiene consecuencias políticas.
No es bueno pasar ‘piola’ en esto. Tomar posición en el caso de Prensa Libre es trascendental para el ejercicio decente del periodismo pues hay mucho en juego. La respuesta es importante, al margen de la línea ideológica del periodista, para que quede claro a todos –propietarios, políticos, anunciantes y, por qué no, también a los propios periodistas– que un periodista no es, como decía ayer en mi columna, un zombi o un robot para decir lo que el propietario no se atreve a decir.
Hay principios fundamentales del periodismo, como la búsqueda de la verdad, que nunca se deben negociar, ni siquiera por un sueldo estupendo o por una posición jerárquica distinguida, y en lo cual no se puede seguir el ‘consejo’ de Groucho Marx: “Estos son mis principios, pero si no le gustan, tengo otros”.
Ben Bradlee, el legendario director de The Washington Post, decía que todo gran director de diario necesita un gran propietario. Él tuvo la suerte de tener a Katharine Graham. Sin ella, no se tumbaban a Richard Nixon por ser un truhán.
Fuente: http://www.larepublica.pe/30-06-2011/zombiland
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