Vivir de la agricultura siempre ha sido una empresa muy laboriosa.
Sin embargo, un grupo cada vez más numeroso de
estadounidenses está abandonando la seguridad y la tranquilidad que
ofrece un trabajo de oficina para...volcarse a la dura pero reconfortante tarea de ganarse la vida con el fruto de la tierra.
Aún no hay estadísticas sobre cuántos están abandonando los escritorios para trabajar en el campo, pero Kimberley Hart, Karen Sommerlad y Erik Jacobs lo han hecho.
Sommerlad, por su parte, abandonó su puesto en la Universidad de Harvard para plantar de todo, desde lechugas hasta calabacines.
Esta tendencia es más marcada en el noreste de EE.UU. -donde viven los tres- así como en California, posiblemente por la influencia de los movimientos que favorecen el consumo de los alimentos producidos localmente en las dos áreas.
Primeros pasos
En EE.UU. hay ahora unos 456.000 "agricultores principiantes", definidos por el gobierno como aquellos con menos de una década de experiencia.Según el Departamento de Agricultura estadounidense, es menos probable que estos reciban subsidios gubernamentales en comparación con los agricultores establecidos y más probable que tengan educación universitaria y otros empleos además de la granja.
Además, ganan menos con lo que producen en el campo y trabajan en granjas más pequeñas. En términos de edad, no son necesariamente más jóvenes que los agricultores establecidos.
En la Escuela de Agricultura de Athol, en Massachusetts, la inscripción en los cursos anuales creció de 15 o 20 estudiantes hace cinco años a cerca de 50 este año, explica su director, Patrick Connors.
El programa de la escuela, dice, "surgió a partir de reconocer que cada vez más gente se interesa por aprender este trabajo".
"Hay mucha gente en Nueva Inglaterra y California que hacen de sus pequeñas granjas un negocio -a pequeña escala- exitoso. Creo que mucha gente lo está empezando a considerar"
Patrick Connors, director de la Escuela de Agricultura de Athol
La edad de los alumnos del año pasado oscila entre 19 y 53 años. Entre los estudiantes inscritos para el ciclo lectivo que comienza en 2013 figura un abogado, un médico, un maestro y varios ejecutivos.
Lo que se sabe con lo que se está aprendiendo
Pese a que nadie se enriquece manejando una pequeña granja, para Sommerlad y su marido, David Cobb, representa un segundo ingreso."Lo hacemos porque nos gusta cultivar alimentos y conectarnos con la comunidad", explica Sommerlad. "Las ganancias son algo secundario".
La meta de Hart, antes costurera hoy agricultora, es generar una ganancia este año de US$10.000. "Aunque las cosas nos salgan un poco mal, deberíamos poder generar esta suma de dinero", dice.
Por lo general, uno de los miembros de la pareja mantiene su trabajo en la ciudad, mientras que el otro se dedica a la granja por tiempo completo.
Hart y su marido, Thad Simerly, hacen exactamente eso. Él sigue viajando a Nueva York para trabajar como restaurador, un oficio que le proporciona mucho más dinero del que puede -y podría- hacer con la granja.
En la Escuela de Agricultura, muchos graduados se valen de su antigua profesión para complementar los ingresos que obtienen del campo.
Jacobs sigue sacando fotos para sus clientes, además de registrar con su lente la experiencia en la granja.
Para este año tiene previsto trabajar como agricultor asalariado mientras su esposa continúa trabajando como fotógrafa para el Boston Globe.
Para alcanzar la felicidad
Hart alquila la suya y ahora que Jacobs terminó su curso en la escuela hará lo mismo.
Alquilar en vez de comprar, dice, le permitirá estar libre de deudas y por lo tanto sin preocupaciones financieras.
Sommerlad y su marido son dueños de su tierra, pero en vez de comprar un terreno caro, cultivan vegetales costosos -que venden en restaurantes y ferias- en una parcela muy pequeña en Vermont.
"Hicimos las cosas de modo tal que si ganamos dinero es genial, pero si no, no vamos a pasar hambre"
Karen Sommerlad, nueva agricultora
Los tres novatos coinciden en que la alegría que les da trabajar en el campo supera por lejos el hecho de que esta actividad no genera grandes beneficios económicos, al menos por ahora.
Hart dice que su meta es ser autosuficiente y vivir de un modo sustentable.
Para Jacobs, ésta es su manera de alcanzar la felicidad. "Una de las cosas que me hace no perder la esperanza en el mundo es dedicarme a la agricultura. Reducir mi huella de carbono y vivir de acuerdo a mis valores me trae mucha paz".
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