¿Cuáles son las palabras exactas del encierro, las frases de un cuerpo
que fue siendo destruido poco a poco y de manera meticulosa dentro de un
sistema diseñado para que la muerte sea un deseo y la supervivencia un
heroico y casi improbable acto de fe?
¿Cuáles pudieron ser las últimas frases de aquellos que nunca más
volvieron y de los que imaginamos un asesinato, una tortura, un tránsito
miserable a una muerte que probablemente desearon más que cualquier
cosa en medio de dolores punzantes y aberrantes humillaciones. El
siguiente diario pertenece a...
una de esas personas y narra el encierro de
una mujer y las torturas a las que es sometida hasta que parece
adivinar su propia muerte entre el deterioro de su cuerpo y el tiempo de
su detención.
DÍA 8
Mi cuerpo, tendido, casi inmóvil, ha sido tocado por
las manos de las que nacerán los huérfanos y por las que cantan como
gritos las bocas de todos los hombres de este encierro. Soy una carne
destruida, de hábitos aturdidos, de ruegos inútiles, vacía. ¿Seré una
carne sin alma cuando haya perdido la fe? No llega a mí el final que se
tiende oscuro sobre mis párpados. Somos cuerpos sentados en un trono
miserable para ser mutilados. Sólo viene el canto desesperado de cada
hombre vencido (canto que va destruyendo mis días, mis recuerdos y mi
fe. Canto el de mi cuerpo que destruye sus días, sus recuerdos y su fe).
DÍA 20
Mis pies reciben ahora la orina que se desliza por mis
piernas. Estoy aterrada. Veo a la mujer con la que comparto esta celda
caer con violencia sobre el suelo para deshacerse del hijo de cada uno
del que nos tocó, el hijo de una patria tan distinta a la nuestra…
hijos o pobres bastardos por los que pocas, sentirán amor. Ella no
quiere escuchar su llanto como nuestro coro miserable. Ha descubierto en
el crimen un acto de amor. Y yo siento que mi alma cae entre mis
piernas y se hace un charco de orina junto al de ella.
DÍA 25
¿Qué dios será el que calle los gritos de mi cuerpo,
los gritos de mi boca cuando viene el hombre que son todos los hombres
de este infierno, cuando viene sobre mí y me toma como a un animal suyo y
traga de mí como pescado, y me dice que soy una gran sirena muerta,
esclavizada a mis cabellos largos entre sus manos, a mi cola quebrada
sobre el suelo, a la boca torturadora del hombre que intenta un beso
sobre la misma cara en la que otro vació el puño y el esperma.
DÍA 44
Han hecho de mí la torpeza fría de la que ofrece el
cuello. Sueño que es arrancado, rueda e intenta una oración, acaso la
última. Sueño que el corazón sigue latiendo con fuerza, y porque pronto
dejará de hacerlo y terminará con el cuerpo: hervido para arrancar de él
el olor de infancia, para arrancar de él toda pureza, enterrarlo y
rodearlo de flores insanas, hierbas y espinas. Mi cuerpo, terminará así,
siendo un objeto curioso, cuya cabeza pueda mostrar una sonrisa
rodante, de ojos abiertos, viendo por última vez el patio donde creció
entre hormigas negras, y huertos fértiles, sin darse cuenta que es la
misma celda marchita y hecha charco de orín de los últimos días.
Despierto y la cabeza humana sigue en su lugar con las heridas y el
caminito de sangre que termina entre mis pechos porque han roto mis
labios que intentaban una maldición que parece haber alcanzado primero
mi cuerpo que sus almas.
DÍA 49
Llevaran mi cuerpo a un descampado para que mi madre no
pueda encontrarlo y reconocer el último vestido con el que me vio.
Azul. Me lo había regalado él, el hombre de la ceremonia, el esposo, mi
amor, encerrado ahora como un animal impotente. También he escuchado sus
gritos. Hemos cantado juntos nuestra desgracia. Ha visto como me
tomaron otros y he visto como bajaba la vista, humillado después de que
también lo sometieran. Y repetía mi nombre cuando lo golpeaban, acaso
gritaba el amor, acaso se aferraba como yo, a algún otro momento en
nuestra cabeza oscura.
DÍA 50
Madre, no podré tocarte la cara porque estaré dentro de
una caja. ¿Serán mis huesos los que queden de mí para tu vista, o la
carne desollada para los ojos de mi marido si es que sobrevive? Sé que
no reconocería la piel en la que extendió sus manos. Uno le ha dicho:
ayer tuve de nuevo a tu mujer y otro le habló obscenamente del acto y
con detalles llamándome ramera. Oh madre… uno de ellos me dijo: he matado a tu marido
y otro me habló obscenamente del acto. Lloré, pero me sentí feliz por
él. Pensé que habría deseado morir tanto como yo, pero el hombre rió, y
me dijo que era una broma, entonces perdí cualquier esperanza de que la
muerte nos halle aquí.
DÍA 56
Al amanecer la miseria acariciaba el hambre de mi
estómago con amor, colocando sus manos como brazas. Entonces supe que tu
hijo estaba vivo y se guardaba entre mis intestinos, protegiéndose de
mi llanto y de mi rabia. Tu hijo, el mismo que entró en mí con
violencia, buscando el refugio desesperado para caer sobre la noche y
sobrevivir. Ahora quema cada parte de mi cuerpo y roba mi comida en el
encierro. Encerrados él y yo, tan juntos sin poder desaparecer, tan
juntos como inútiles siendo la misma carne. Y aquí, en este otro lugar
oscuro, en este vientre, tu hijo, tan maldito como tú, me pide amor
entre estas carnes y tan dentro de mí como tú, mueve su cuerpo golpeando
con violencia. Y yo… me condeno maldiciendo lo único sagrado que tengo
en esta celda. Tu hijo, que no es más mío porque me niego a amarlo,
sabe que trataré de matarlo esta noche y la noche siguiente hasta
conseguirlo. Cuando despierte por la mañana y no haya podido deshacerlo
sabrá que trataré de castigarlo cayendo tantas veces sobre suelo en el
que me tuviste maldiciendo en voz baja con un cuerpo resignado, sucio;
que no era más que un bulto tendido. Caeré tantas veces que mis piernas
quedarán rotas al igual que mi vientre para que él pueda salir a
estrecharse con la muerte, para que pueda bajar entre mis piernas como
un llanto de sangre y se aleje de mí para que también la muerte me
abrase y este cuerpo que no es más un cuerpo sino una ruma de carne
golpeada y torturada, termine y con él: el canto, el grito, el ruido de
nuestros pasos clavados en las paredes como excremento. Que termine ya,
el canto dentro del cuerpo quebrado, inútil ya en su intento de
transformase en la fe desaparecida. Tu hijo traerá la muerte para los
dos y cuando se aleje de mí y la muerte lo acune en su brazo conseguirá
el amor de su madre y será sagrado. Conseguirá mi amor y seremos
sagrados en la muerte los dos.
DÍA 58
La fiebre me consume. Tiemblo. El sudor se arrastra por
mis heridas y la mugre de mi cuerpo. Quisiera que el vestido de mi
madre se pose sobre la tierra que me cubra. Quiero al menos eso, pero
sólo sale sangre de mi boca y me cubre un techo inmundo. Esposo mío: la
muerte recuesta su cabeza en mi entraña y sale ahora gritando junto a
mí. Puedes escucharnos. Sé que sí. Un hijo que no es de tu cuerpo: la
planta carnívora que me devoraba y usurpaba mi vientre, perece como un
animal cualquiera. Perdóname, no quiero tener al hijo de cada hombre
que nos ha torturado y violado. Cuando vienen sobre mí ya no puedo ni
siquiera gritar que no me toquen, ni rogar. Ellos pueden destruirlo todo
y lo sabes. Dentro de mí había uno de ellos y aventándome contra las
paredes he podido matarlo. No va a nacer de mí un niño inocente que
reciba mi rabia por esta miseria cuando lo llame bastardo. Perdona, amor
mío, mi crimen que no es distinto al suyo.
DÍA 64
Sé que llevarán nuestros cuerpos cuando hayan terminado
con ellos, y no seamos más que una tela vieja cubriendo algo de carne y
carne envolviendo huesos débiles y un alma destruida, atiborrada de la
sal de esta ciudad de gritos y carente de fe. Hay algunos a los que ya
no se les escucha. Tanto tiempo aquí, te enseña a reconocer los gritos e
inventar un nombre y una historia para el que los produce. Pero serán
sus cuerpos ya en silencio los muros que cuiden el mío cuando también
termine de caer el hilo de baba de mi boca junto al llanto. Me darán
sosiego. Seré también parte de un muro para ellos. Seremos todos un
reino en una sola fosa y encontraremos a Dios, acaso tan tarde y
sentiremos amor, escucharemos el llanto de nuestras familias y vendrán
los recuerdos a velarnos. Habremos hallado a Dios. Existirá porque no
danzaré con mis pies quemados. Seremos todos un reino en una sola fosa.
Ellos serán los que rosen mis piernas como una carne cualquiera, los que
se sequen al sol igual que yo. No encontraré ahí la mano de mi marido
para coja la mía y me lleve, o no sabré si es uno de ellos, sólo
desearé que forme la carne que me cubra para ser el coro silencioso de
los que perdieron el nombre, de los que fuimos arrancados y no dejamos
mas huella que el excremento seco en las paredes como la última luz de
nuestros cuerpos.
Desaparecida fue un libro que se
publicó a modo de testimonio bajo intervención urbana (pegándose en
postes y muros de distintas ciudades) en Perú, Chile, México, Panamá,
EEUU, Colombia, Ecuador. Su protagonista Lía Podestá, es un personaje de
ficción, sin embargo la escritura de sus textos está basada en
testimonios reales de desaparecidos latinoamericanos. Lía Podestá no
tiene nacionalidad o contextos sociales o políticos ya que el objetivo
del proyecto era tener un acercamiento al grito introspectivo de una
persona que atraviesa un encierro en medio de una dictadura política.
Ella estuvo en todas partes.
EL DATO:
Puede leer el diario completo en http://liapodestadesaparecida.blogspot.com/
Cecilia Podestá
cpodesta@diario16.com.pe
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