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Las cosas que uno medita mucho o quiere que sean 'perfectas', generalmente nunca se empiezan a hacer...
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"Cada mañana, miles de personas reanudan la búsqueda inútil y desesperada de un trabajo. Son los excluidos, una categoría nueva que nos habla tanto de la explosión demográfica como de la incapacidad de esta economía para la que lo único que no cuenta es lo humano". (Ernesto Sábato, Antes del fin)
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sábado, 8 de diciembre de 2012

DESAPARECIDA

DESAPARECIDA ¿Cuáles son las palabras exactas del encierro, las frases de un cuerpo que fue siendo destruido poco a poco y de manera meticulosa dentro de un sistema diseñado para que la muerte sea un deseo y la supervivencia un heroico y casi improbable acto de fe? 
¿Cuáles pudieron ser las últimas frases de aquellos que nunca más volvieron y de los que imaginamos un asesinato, una tortura, un tránsito miserable a una muerte que probablemente desearon más que cualquier cosa en medio de dolores punzantes y aberrantes humillaciones. El siguiente diario pertenece a...
una de esas personas y narra el encierro de una mujer y las torturas a las que es sometida hasta que parece adivinar su propia muerte entre el deterioro de su cuerpo y el tiempo de su detención.
DÍA 8
Mi cuerpo, tendido, casi inmóvil,  ha sido tocado por las manos de las que nacerán los huérfanos y por las que cantan como gritos las bocas  de todos los hombres de este encierro. Soy una carne destruida, de hábitos aturdidos, de ruegos inútiles, vacía. ¿Seré una carne sin alma cuando haya perdido la fe? No llega a mí el final que se tiende oscuro sobre mis párpados. Somos cuerpos sentados en un trono miserable para ser mutilados. Sólo viene el canto desesperado de cada hombre vencido (canto que va destruyendo mis días, mis recuerdos y mi fe. Canto el de mi cuerpo que destruye sus días, sus recuerdos y su fe).  
DÍA 20
Mis pies reciben ahora la orina que se desliza por mis piernas. Estoy aterrada. Veo a la mujer con la que comparto esta celda caer con  violencia sobre el suelo para deshacerse del  hijo de cada uno del que nos tocó, el hijo de una patria tan distinta a la nuestra… hijos  o pobres bastardos por los que pocas, sentirán amor. Ella no quiere escuchar su llanto como nuestro coro miserable. Ha descubierto en el crimen un acto de amor. Y yo siento que mi alma cae entre mis piernas y se hace un charco de orina junto al de ella. 
DÍA 25
¿Qué dios será el que calle los gritos de mi cuerpo, los gritos de mi boca cuando viene el hombre que son todos los hombres de este infierno, cuando viene sobre mí y me toma como a un animal suyo y traga de mí como pescado, y me dice que soy una gran sirena muerta, esclavizada a mis cabellos largos entre sus manos, a mi cola quebrada sobre el suelo, a la boca torturadora del hombre que intenta un beso sobre la misma cara en la que otro vació el puño y el esperma.
DÍA 44
Han hecho de mí la torpeza fría de la que ofrece el cuello.  Sueño que es arrancado, rueda e intenta una oración, acaso la última. Sueño que el corazón sigue latiendo con fuerza, y porque pronto dejará de hacerlo y terminará con el cuerpo: hervido para arrancar de él el olor de infancia, para arrancar de él toda pureza, enterrarlo y rodearlo de flores insanas, hierbas y espinas. Mi cuerpo, terminará así, siendo un objeto curioso, cuya cabeza pueda mostrar una sonrisa rodante, de ojos abiertos, viendo por última vez el patio donde creció entre hormigas negras, y huertos fértiles, sin darse cuenta que es la misma celda marchita y hecha  charco de orín de los  últimos días.  Despierto y la cabeza humana sigue en su lugar con las heridas y el caminito de sangre que termina entre mis pechos porque han roto mis labios que intentaban una maldición que parece haber alcanzado  primero mi cuerpo que sus almas.
DÍA 49
Llevaran mi cuerpo a un descampado para que mi madre no pueda encontrarlo y reconocer el último vestido con el que me vio. Azul. Me lo había regalado él, el hombre de la ceremonia, el esposo, mi amor, encerrado ahora como un animal impotente. También he escuchado sus gritos. Hemos cantado juntos nuestra desgracia.  Ha  visto como  me tomaron otros y he visto  como bajaba la vista, humillado después de que también lo sometieran. Y repetía mi nombre cuando lo golpeaban, acaso gritaba el amor, acaso se aferraba como yo, a algún otro momento en nuestra  cabeza oscura.
DÍA 50
Madre, no podré tocarte la cara porque estaré dentro de una caja. ¿Serán mis huesos los que queden de mí para tu vista, o la carne desollada para los ojos de mi marido si es que sobrevive? Sé que no reconocería la piel en la que extendió sus manos. Uno le ha dicho: ayer tuve de nuevo a tu mujer y otro le habló obscenamente del acto y con detalles llamándome ramera. Oh madre… uno de ellos me dijo: he matado a tu marido y otro me habló obscenamente del acto. Lloré, pero me sentí feliz por él. Pensé que habría deseado morir tanto como yo, pero el hombre rió, y me dijo que era una broma, entonces perdí cualquier esperanza de que la muerte nos halle aquí.
DÍA 56
Al amanecer la miseria acariciaba el hambre de mi estómago con amor, colocando sus manos como brazas. Entonces supe que tu hijo estaba vivo y se guardaba entre mis intestinos, protegiéndose de mi llanto y de mi rabia. Tu hijo, el mismo que entró en mí con violencia, buscando el refugio desesperado para caer sobre la noche y sobrevivir. Ahora quema cada parte de mi cuerpo y roba mi comida en el encierro. Encerrados él y yo, tan juntos sin poder desaparecer, tan juntos como inútiles siendo la misma carne. Y aquí, en este otro lugar oscuro, en este vientre, tu hijo, tan maldito como tú, me pide amor entre estas carnes y tan dentro de mí como tú, mueve su cuerpo golpeando con violencia.  Y yo… me condeno maldiciendo lo único sagrado que tengo en esta celda. Tu hijo, que no es más mío porque me niego a amarlo, sabe que trataré de matarlo esta noche y la noche siguiente hasta conseguirlo. Cuando despierte por la mañana y no haya podido deshacerlo sabrá que trataré de castigarlo cayendo tantas veces sobre suelo en el que me tuviste maldiciendo en voz baja con un cuerpo resignado, sucio; que no era más que un bulto tendido. Caeré tantas veces que mis piernas quedarán rotas al igual que mi vientre para que él pueda salir a estrecharse con la muerte, para que pueda bajar entre mis piernas como un llanto de sangre y se aleje de mí para que también la muerte me abrase y este cuerpo que no es más un cuerpo sino una ruma de carne golpeada y torturada, termine y con él: el canto, el grito, el ruido de nuestros pasos clavados en las paredes como excremento.  Que termine ya, el canto dentro del cuerpo quebrado, inútil ya en su intento de transformase en la fe desaparecida. Tu hijo traerá la muerte para los dos y cuando se aleje de mí y la muerte lo acune en su brazo conseguirá el amor de su madre y será sagrado. Conseguirá mi amor y seremos sagrados en la muerte los dos.
DÍA 58
La fiebre me consume. Tiemblo. El sudor se arrastra por mis heridas y la mugre de mi cuerpo. Quisiera que el vestido de mi madre se pose sobre la tierra que me cubra. Quiero al menos eso,  pero sólo sale sangre de mi boca y me cubre un techo  inmundo. Esposo mío: la muerte recuesta su cabeza en mi entraña y sale ahora gritando junto a mí. Puedes escucharnos. Sé que sí. Un hijo que no es de tu cuerpo: la planta carnívora que me devoraba y usurpaba mi vientre, perece como un animal cualquiera. Perdóname,  no quiero tener al hijo de cada hombre que nos ha torturado y violado. Cuando vienen sobre mí ya no puedo ni siquiera gritar que no me toquen, ni rogar. Ellos pueden destruirlo todo y lo sabes. Dentro de mí había uno de ellos y aventándome contra las paredes he podido matarlo.  No va a nacer de mí un niño inocente que reciba mi rabia por esta miseria cuando lo llame bastardo. Perdona, amor mío, mi crimen que no es distinto al suyo.
DÍA 64
Sé que llevarán nuestros cuerpos cuando hayan terminado con ellos, y no seamos más que una tela vieja cubriendo algo de carne y carne envolviendo huesos débiles y un alma destruida, atiborrada de la sal de esta ciudad de gritos y carente de fe.  Hay algunos a los que ya  no se les escucha. Tanto tiempo aquí, te enseña a reconocer los gritos e inventar un nombre y una historia para el que los produce. Pero serán sus cuerpos ya en silencio los muros que cuiden el mío cuando también termine de caer el hilo de baba de mi boca junto al llanto. Me darán sosiego. Seré también parte de un muro para ellos.  Seremos todos un reino en una sola fosa y encontraremos a Dios, acaso tan tarde y sentiremos amor, escucharemos el llanto de nuestras familias y vendrán los recuerdos a velarnos. Habremos hallado a Dios. Existirá  porque no danzaré con mis pies quemados. Seremos todos un reino en una sola fosa. Ellos serán los que rosen mis piernas como una carne cualquiera, los que se sequen al sol igual que yo. No encontraré ahí la mano de mi marido para coja la mía y me lleve, o  no sabré si es uno de ellos, sólo desearé que forme la carne que me cubra para ser el coro silencioso de los que perdieron el nombre, de los que fuimos arrancados y no dejamos mas huella que el excremento seco en las paredes como la última luz de nuestros cuerpos.
  
Desaparecida fue un libro que se publicó a modo de testimonio bajo intervención urbana (pegándose en postes y muros  de distintas ciudades) en Perú, Chile, México, Panamá, EEUU, Colombia, Ecuador. Su protagonista Lía Podestá, es un personaje de ficción, sin embargo la escritura de sus textos está basada en testimonios reales de desaparecidos latinoamericanos. Lía Podestá no tiene nacionalidad o contextos sociales o políticos ya que el objetivo del proyecto era tener un acercamiento al grito introspectivo de una persona que atraviesa un encierro en medio de una dictadura política. Ella estuvo en todas partes.
EL DATO:
Puede leer el diario completo en http://liapodestadesaparecida.blogspot.com/
 
Cecilia Podestá
cpodesta@diario16.com.pe

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