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Las cosas que uno medita mucho o quiere que sean 'perfectas', generalmente nunca se empiezan a hacer...
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"Cada mañana, miles de personas reanudan la búsqueda inútil y desesperada de un trabajo. Son los excluidos, una categoría nueva que nos habla tanto de la explosión demográfica como de la incapacidad de esta economía para la que lo único que no cuenta es lo humano". (Ernesto Sábato, Antes del fin)
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viernes, 20 de julio de 2012

Del museo de limeñadas a las limanerías


Del museo de limeñadas a las limanerías

Lima arremete con la violencia y la gracia de esa incertidumbre que le da su forma tan familiar y al mismo tiempo esquiva, la misma que Juan Manuel Chávez (Lima, 1976) intenta descubrir en sus calles y habitantes a través de su última publicación. Veamos.

Por Raúl Varillas Estrada
 
Caminar por las calles de Lima, si no apuramos el paso por alguna sensación de peligro inminente, quizá sea el reconocimiento, en pocas horas, del efecto de...
lo nacional, esa sensación, no tanto una idea, de lo peruano que se disuelve o cobra forma ruda, hostil, alegre, deprimente y bizarra en sus plazas, barrios y habitantes tan disformes como sus negocios, formales e informales. Juan Manuel Chávez recoge esa experiencia de lo vertiginoso que hay en esa urbe que nos fascina y nos arrastra, que nos hace amarla y detestarla, que frustra sueños y amasa lo posible, ese quizás o tal vez de la promesa que sabe Dios –consigna limeña de lo inescrutable- si logrará llevarse a cabo.
 
Limanerías (Editorial Casatomada, 2012) traza, con la velocidad de una escritura muy segura de sí misma que se sirve de la narración, el ensayo y el diario de costumbres, una imagen múltiple de la ciudad capitalina que sintetizaría un país atravesado de incoherencias, violencias  y contradicciones. Sin embargo, sus líneas perciben esencialmente una Lima que se mueve al ritmo, difícil de seguir, de sus millones de hombres y mujeres, los mismos que tratan de evitar dar ese paso en falso a que nos tienen acostumbrados cada una de sus esquinas.
 
Los cuatro capítulos que lo componen, entre los que particularmente destacan “Un camaleón entre dos espejos” y “Omisiones”, describen, con ingenioso manejo de la ironía y la palabra socarrona, la a veces abúlica, la a veces estrepitosa, forma de vida de la fauna limeña. El ojo observador e incisivo de la narración repara en lo que nos toca percibir todos los días en esas calles superpobladas que caracterizan nuestro espacio silvestre: hambre, hipocresía religiosa, posibilidades por resolverse, migrantes que hacen suya la ciudad, mitos urbanos que callan una realidad corrupta en colaboración de sus ciudadanos, y muchas otras facciones tan pintorescas como grotescas de ese rostro capitalino que nos absorbe.

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