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Las cosas que uno medita mucho o quiere que sean 'perfectas', generalmente nunca se empiezan a hacer...
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"Cada mañana, miles de personas reanudan la búsqueda inútil y desesperada de un trabajo. Son los excluidos, una categoría nueva que nos habla tanto de la explosión demográfica como de la incapacidad de esta economía para la que lo único que no cuenta es lo humano". (Ernesto Sábato, Antes del fin)
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viernes, 31 de diciembre de 2010

No se les puede dejar en sus manos

Autor: Fritz Du Bois
 
El punto más bajo de la educación se dio cuando jóvenes de 15 años tomaron el examen PISA de la Unesco y el OECD, quedando últimos entre los 41 países que participaron. Debido a ese terrible resultado, el Gobierno de entonces, en lugar de declarar en emergencia y reformar la educación, nos retiró de futuras pruebas para evitar volver a sentirnos avergonzados.

Hace poco el Perú retornó a la prueba PISA luego de 9 años, y si bien fue el que mayor avance demostró en ese lapso, igual terminamos en el puesto 62 entre los 65 países que participaron, confirmando que la educación pública en nuestro país –los últimos 40 años– ha sido un brutal fracaso.

Ello debido a que durante todos esos años el sindicato de maestros hizo todo lo posible por impedir que nuestros hijos fueran educados; preocupados únicamente en sus conflictos dogmáticos y en asegurar que no existía posibilidad alguna de poder hacer diferencias dentro del profesorado.

Por otro lado, si bien existen innumerables problemas adicionales para explicar el pésimo sistema educativo peruano, indudablemente el principal obstáculo –por largo– ha sido la falta de preparación y motivación del magisterio.

Eso llevó a la única reforma de fondo que ha emprendido el actual gobierno, con la cual se está intentando corregir esa deficiencia a través de evaluaciones a los maestros e incentivos para el más capacitado. Sin duda, una reforma de esa profundidad requiere de no menos de una década para poder lograr resultados.

Sin embargo, en la campaña electoral la educación parece una pelota que cada candidato quiere patear más alto, con ofrecimientos irreales de aumentos de salarios. De esa irresponsable manera, nuevamente se está desvinculando la remuneración del maestro del resultado académico de su alumnado, retornando a la mediocre uniformidad a favor de la cual el Sutep tanto se ha esforzado y por la que siempre ha luchado.

Sería, por tanto, fundamental tratar de blindar ese esfuerzo y hacerlo al inicio de la contienda presidencial, buscando un acuerdo general para seguir con la reforma del magisterio, por lo menos durante un gobierno adicional. No podemos correr el riesgo de perder lo que se ha avanzado y volver a foja cero debido a la demagogia electoral. En todo caso, lo que le está quedando claro al electorado es que el tema educativo es demasiado importante para dejarlo en las manos de los candidatos.
 

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