Mario Vargas Llosa decidió ayer que su columna “Piedra de Toque” no aparezca más en El Comercio. La noticia ha dado la vuelta al mundo, junto con las razones que el escritor esgrime.
Señala Vargas Llosa la responsabilidad de un grupo de accionistas del diario que ha tomado el control de éste y lo ha convertido en una “máquina propagandística de la candidatura de Keiko Fujimori”. Los medios de que se vale ese sector son marcados a fuego en la carta que Vargas Llosa ha dirigido a El Comercio, el cual, “en su afán de impedir por todos los medios La Victoria de Ollanta Humala, viola a diario las más elementales nociones de la objetividad y de la ética periodísticas: silencia y manipula la información, deforma los hechos, abre sus páginas a las mentiras y calumnias”.
La carta pone el dedo en una herida fresca cuando expresa que en todo el grupo de medios que controla El Comercio “se despide o intimida a los periodistas independientes”.
Vargas Llosa se ha convertido en blanco de insultos y ataques desde que decidió apoyar la candidatura de Ollanta Humala para salvar la democracia y evitar al Perú la vergüenza de elegir a la hija y cómplice de Alberto Fujimori.
Pudiera ser que la gota que rebalsó el disgusto del autor de La ciudad y los perros haya sido una actitud reciente del canal 4 de televisión, uno de los medios poseídos por El Comercio. Dicha televisora se negó a acoger un programa político que el escritor había ofrecido realizar con la ayuda de Luis Llosa como productor y Gustavo Gorriti como director periodístico. La idea era colocar un contrapeso al exacerbado Fujimorismo que predomina en ese canal.
Vargas Llosa ofrecía no cobrar por ese trabajo.
Esa intolerancia de los medios de la derecha se acaba de manifestar asimismo contra la Confederación General de Trabajadores, según denuncia Mario Huamán, secretario general de esa organización.
Radio Programas del Perú, “al servicio de la democracia”, ha censurado una cuña radial de la central obrera en la cual se recordaba que bajo Fujimori fueron despedidos más de 500 mil servidores públicos, se persiguió a sindicalistas, se asesinó a Pedro Huilca, el máximo dirigente de la CGTP, y se eliminó casi todos los derechos laborales.
La radioemisora temía sin duda que esto fuera comparado con las cínicas promesas de Keiko Fujimori de hacer respetar las leyes laborales.
(¿Cuáles? ¿Las de su padre y promotor?).
Así, pues, la coalición mediática se lanza contra el intelectual y el obrero. Por una paradoja de la realidad, el neoliberal más ilustre del Perú y el sindicalista más antiliberal de nuestro medio resultan víctimas de la campaña cavernaria. No los une el azar. Los impulsa el anhelo de evitar al país la afrenta de tener a Keiko y la cohorte Fujimorista de regreso al poder.
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