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Las cosas que uno medita mucho o quiere que sean 'perfectas', generalmente nunca se empiezan a hacer...
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"Cada mañana, miles de personas reanudan la búsqueda inútil y desesperada de un trabajo. Son los excluidos, una categoría nueva que nos habla tanto de la explosión demográfica como de la incapacidad de esta economía para la que lo único que no cuenta es lo humano". (Ernesto Sábato, Antes del fin)
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martes, 5 de marzo de 2013

Está en juego más que Lima

Creo que ya hice esta aclaración en una columna anterior, pero es pertinente volverla a hacer para quitarle a esta opinión cualquier posible carga ideológica o defensa férrea de mi voto.
No voté por Susana Villarán. Ahora bien, a pesar de ello, guardo la expectativa de que después del proceso de revocatoria que está enfrentando la alcaldesa de Lima, haya aprendido lo que tenía que haber conocido antes de...
asumir el cargo y esté en capacidad de consolidarse, ella y su partido Fuerza Social, como una alternativa de centro izquierda democrática en el país.
Guardo esta expectativa como también lo hice en su momento —y tal vez hasta ahora— porque Lourdes Flores Nano se convirtiese en una opción democrática de centro derecha. ¿Por qué? Porque si algo distingue a estas dos mujeres de la jungla política peruana a la que estamos acostumbrados es que, pese a sus errores, su ingenuidad, su soberbia, su idealismo y hasta su mala suerte, definitivamente son representantes de un intento de hacer política de manera diferente. No solo honesta, sino tratando de plantear, cada quien desde su posición ideológica, una visión de largo plazo para el país, con soluciones a los problemas de fondo y de larga data.
Las dos, lamentablemente, no han tenido la inteligencia emocional necesaria para enfrentarse al comportamiento a veces hasta mafioso con el que se ejerce la política en el Perú. Lourdes Flores, incapaz de hacer frente a una de las organizaciones más perniciosas con las que contamos en nuestro “sistema” político, el Apra y su “líder” Alan García, con sus perros de cacería Mauricio Moulder, Jorge del Castillo y Javier Velásquez Quesquén, entre otros. Villarán, “víctima” de la derecha más ideologizada y sectaria, poco interesada en la democracia y en el largo plazo, y que en esta campaña, vaya coincidencia, tiene al Apra como la máxima institución representante del proceso de revocatoria.
¿Por qué se hace necesario ir a las urnas este 17 de marzo y marcar el NO al proceso de revocatoria? Por varias razones. Vayamos primero a la que no es la verdadera motivación de los revocadores, pero que sí es la que han utilizado como panfleto para sus fines subalternos. ¿Es Villarán una alcaldesa ineficaz, ineficiente, incapaz? ¿Cómo definir cuándo es que se cae en una de estas categorías? Eso fue lo que nos preguntamos en PODER, y para tratar de tener un parámetro de referencia válido optamos por hacer una evaluación de las administraciones ediles anteriores, revisando desde la gestión de Jorge del Castillo hasta la actual.
En todos los casos, optamos por distinguir entre lo que lograron concretar en sus dos primeros años (período sobre el que se evaluará a Villarán) y lo que consiguieron después, además de hacer un recorrido por sus escándalos de corrupción. ¿Con qué nos encontramos y que podrá usted corroborar? Con que, pese a todos sus errores, Villarán no es ni la más ineficiente ni mucho menos la exponente máxima de la falta de transparencia. Una revelación curiosa, aunque tal vez previsible pero interesante de recordar, es que Jorge del Castillo, hoy promotor de la revocatoria, podría ser considerado el alcalde más ineficiente de todos los evaluados, y sin duda, el menos transparente de las últimas cinco gestiones ediles.
Otra razón para votar por el NO es que, luego de haber revisado las gestiones anteriores y la de Villarán y analizar las reformas que ha puesto en marcha, resulta claro que si logra terminar su gestión, será la mejor de los últimos cinco alcaldes de Lima. Pese a todos los errores técnicos y las metidas de pata políticas, en esta gestión se han iniciado una serie de transformaciones o reformas que resultan hoy más vitales que nunca, considerando la presión que ha comenzado a ejercer en diferentes ámbitos la acelerada expansión económica por la que atraviesa el país. Villarán asumió su mandato en un momento en que estas presiones, las expectativas sociales y la intolerancia de la derecha sectaria eran más altas que nunca, y no tuvo los reflejos políticos que ha tenido el gobierno de Ollanta Humala para hacer frente a una realidad que ha sido más crítica para el gobierno central. En lo técnico, si un error mayúsculo ha tenido esta gestión es haber creído que Lima, en una perspectiva de largo plazo, no necesitaba de un medio de transporte rápido y masivo como el tren eléctrico.
Un error que muestra una falencia que aún tiene que superar la izquierda en el Perú: su desconexión con la dinámica privada. Aun así, si uno mira con frialdad el ámbito de las reformas que se han iniciado y las obras públicas o mediante asociaciones público privadas que se han emprendido, sin lugar a dudas con esta gestión Lima pasará por un proceso de transformación que resultará positivo. Seguro será necesario irlo afinando en el camino, pero lo importante es que finalmente ha comenzado.
El tercer y cuarto motivo están relacionados entre sí. Para cualquier persona que esté siguiendo este proceso con frialdad y racionalidad es evidente que la preocupación de los revocadores no es colocar a Lima en mejores manos, sino que han confluido una serie de intereses que van desde los estrictamente particulares (el Apra creyendo que subiéndose a este coche recobrará popularidad), pasando por el revanchismo (Solidaridad Nacional y la frustración del pobre Castañeda Lossio que se quedó sin soga y sin cabra luego de las últimas elecciones presidenciales), hasta llegar a un sector (la popular DBA) que, en una muestra de ignorancia mayúscula, no quiere que surja en el país posibilidad alguna de una izquierda renovada. Ahora bien, como siempre sucede, estos sectores logran aprovechar los errores políticos (en este caso de la gestión de Villarán, tal como ya lo había hecho García con Toledo) y el descontento popular, para exacerbarlo, alimentarlo de mentiras y convertirlo en una realidad aparente.
De este tipo de motivaciones que están detrás de la revocatoria, la que más debería llamar nuestra atención es aquella que pretende impedir la consolidación de un partido político de centro izquierda en el país, como debería preocuparnos también que hasta el momento ninguna organización logre representar las corrientes de centro derecha. Si un objetivo compartido como nación es que el proceso de auge económico que hoy experimenta el Perú se sostenga en el tiempo y que sus beneficios se distribuyan de manera más justa e igualitaria, resulta indispensable que el sistema político pase por un proceso de transformación que le permita convertirse en un canal válido de intermediación entre los ciudadanos y el Estado.
Como ese proceso no se va a dar de manera estructurada y desde el Congreso jamás se iniciará una reforma en este sentido, resulta fundamental comenzar con la consolidación de partidos políticos que estén en capacidad de ser representativos de la sociedad, de los cambios que se han producido en las últimas décadas y que más adelante estén dispuestos a impulsar las transformaciones que requiere el país.
Votar por el NO el próximo 17 de marzo va más allá de ser un respaldo a la alcaldesa Susana Villarán; va más allá de asegurarnos que en Lima se sigan haciendo las reformas que necesita la ciudad. Votar por el NO es también una señal para ese sector del país que en el fondo anhela que el Perú se siga manejando como en los noventa o como durante el segundo gobierno de García. Es apostar porque nuestra aún frágil democracia no sea petardeada por intereses mezquinos.
 

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