*-*

Las cosas que uno medita mucho o quiere que sean 'perfectas', generalmente nunca se empiezan a hacer...
*-*
"Cada mañana, miles de personas reanudan la búsqueda inútil y desesperada de un trabajo. Son los excluidos, una categoría nueva que nos habla tanto de la explosión demográfica como de la incapacidad de esta economía para la que lo único que no cuenta es lo humano". (Ernesto Sábato, Antes del fin)
*-*

miércoles, 6 de marzo de 2013

Hacia una izquierda con identidad: recuperemos la teoría.

En un artículo anterior sostuve que uno de los grandes problemas de la izquierda es que no sabe qué es ni hacia dónde va y que desde esa falta de identidad lo estratégico desaparece para tomar su lugar el pragmatismo cortoplacista: aquello que no hizo falta, sino que sobró en nuestra historia reciente. ¿Qué hacer, entonces?
El domingo pasado, el politólogo Carlos León expresó en su columna en Diario16 que coincidía con mi diagnóstico y dio un paso adelante señalando un conjunto de dificultades que deberían tenerse presentes al momento de...
abordar el reto generacional por construir una izquierda desde abajo y mirando al largo plazo.
León apunta cuatro problemas: la dificultad para construir organización social, la poca preparación para la gestión pública, el alejamiento entre academia y política y nuestra relación con el liberalismo.
Coincido en líneas generales con su enumeración. Pero antes que entrar a analizar los temas que pone sobre la mesa, quisiera agregar a la lista un punto que considero fundamental: la teoría, desde la que parten el diagnóstico, la estrategia y la acción. En publicaciones posteriores espero desarrollar otros puntos más.

No basta rechazar la injusticia, hay que explicarla
En primer lugar, para plantear cualquier proyecto de transformación social, es necesario contar con una perspectiva que nos permita analizar la realidad. Es tan sencillo como decir que si no sabemos qué es un problema ni por qué lo es, no podremos abordar su solución.
Por ello, la izquierda no debe quedarse sólo en el intuitivo rechazo a la injusticia. Debe contar, por ejemplo, con respuestas firmes sobre qué es justo y qué no, por qué se generan tales injusticias y cómo se explica que éstas permanezcan en el tiempo.
Si la explotación es injusta, si lo son la desigualdad en el acceso a los recursos y las diversas opresiones que impiden una vida digna para todas las personas, entonces debemos estar en la capacidad de explicar la explotación, la desigualdad, la opresión, etc.
Y para ello es fundamental contar con una teoría que nos permita hacernos las preguntas adecuadas y llevar a cabo la necesaria tarea crítica orientada a mostrar qué respuestas son equivocadas, qué problemas tienden a ser presentados como realidades insalvables y qué perspectivas de análisis son funcionales a la dominación vigente.

Pensar en sistema como condición para cambiarlo
Asimismo, es importante que nuestra teoría y nuestra crítica nos permitan plantear un análisis sistémico de la realidad social; es decir, que hagan posible encontrar las conexiones existentes entre fenómenos que suelen presentarse como parte de ámbitos distintos pero que son, en sentido estricto, parte de una realidad unitaria. Me refiero a los vínculos entre lo político, lo económico, lo cultural, lo social.
Si parcelamos la realidad social, los problemas que en ésta se presenten aparecerán como desconectados, aislados y con soluciones que se mostrarán como reformas que no tendrían por qué poner en juego el ordenamiento social en general.
¿Pero qué sucede si el orden social contiene una lógica de funcionamiento que intrínsecamente generará los problemas sociales que se manifiestan en opresión, explotación, pobreza, sufrimiento, en fin: injusticia?
¿Y qué si podemos demostrar que ese no es el único orden posible, ni el final ni el definitivo, pues podríamos construir otro, ya que la sociedad se hace a sí misma constantemente?
En ese caso el orden social y su funcionamiento como sistema serían el problema.
Pero para llegar a aquella conclusión hay que preguntarnos por el orden social y esto sólo tendrá sentido si partimos de una teoría que contenga una perspectiva sistémica de la realidad social, desde la que analicemos su funcionamiento y su movimiento.

El marxismo: ¿por qué dejarlo de lado?
La perspectiva más seria y la que más ha marcado a la izquierda hasta el momento ha sido la contenida en el marxismo: el materialismo histórico.
Ha sido así sobre todo porque permite contar con un criterio objetivo para analizar el orden social y el cambio social.
La concepción materialista de la historia nos presenta una visión del ser humano en la que éste existe situado en relaciones sociales, produciendo desde ellas sus medios de vida de forma colectiva.
Así, el modo de producción toma un carácter central para entender la organización social, ya que ninguna expresión permanente de la sociedad puede estar en directa contradicción con él.
Y como el capitalismo es el modo de producción vigente en este momento de la historia y está caracterizado por la acumulación privada de un trabajo cada vez más socializado -es decir, por la acumulación del capital-, entonces estudiando el funcionamiento del sistema capitalista y develando sus antagonismos es posible vislumbrar un orden que supere a ese sistema, en el que no haya nadie que viva del trabajo ajeno.
En palabras sencillas: el marxismo le daba una teoría revolucionaria a la izquierda, le permitía entender a profundidad el orden social y plantear la necesidad y la posibilidad de un cambio radical de las estructuras que están en la base de la desigualdad. Y ese era el primer paso, y el fundamental, para pasar al siguiente momento, que es el cómo.
Pero la izquierda parece haber abandonado el marxismo. ¿Por qué abandonarlo? ¿Qué implicancias ha tenido ese abandono?
La respuesta más común –a menudo desde la derecha, pero también está presente en la izquierda- es que el marxismo se abandonó porque los marxistas fracasaron: se cayó el Muro, el marxismo se desprestigió por sus propios errores, el marxismo estuvo bueno para la primera mitad del siglo XX, pero no para el XXI, en el Perú: el uso dogmático y el terrorismo de Sendero anularon el marxismo, etc.
Sin embargo, los errores de los portadores de una teoría no invalidan automáticamente la teoría, ni mucho menos lo esencial en ella: su perspectiva de la realidad. (Inclusive, en el caso de Sendero, es perfectamente posible mostrar desde el marxismo que ellos estaban equivocados, tanto en su diagnóstico como en su accionar terrorista).
La única forma de saber si el marxismo resulta un pensamiento caduco o si tiene vigencia en la actualidad es realizar una revisión seria que, hasta donde sé, la izquierda no ha hecho y que urge realizar.
Y es que no es poca cosa para la izquierda haber abandonado -“porque sí”- la teoría que servía de base para su propuesta revolucionaria.
Sin teoría no hay identidad, ni estrategia, ni propuesta
Sin una teoría que la respalde, no sólo la idea de revolución se quedará en un romanticismo idealista, rondando una difusa fantasía sentimental de lo que sería la sociedad que queremos; sino que la izquierda no pasará de decir que quiere “un mundo más justo y solidario” y que no tolera la injusticia.
Para que la izquierda no se limite a ser una sensibilidad social o un rostro humano de un sistema inalterado, necesita de una teoría revolucionaria.
Y esta no es una cuestión de maximalismos filosóficos, sino que la estrategia política e incluso la propuesta técnica, parten de una visión de la realidad. Siempre. No podemos de pronto tirar al tacho la visión de la realidad que nos dio identidad durante todo un siglo y ni siquiera creer que necesitemos una teoría que reemplace ese lugar.
En síntesis, sin una teoría, la crítica no tiene una orientación, es débil, sólo intuitiva. Sin una sólida crítica no tendremos cómo mostrar que el orden social vigente no sólo es injusto y debería ser transformado, sino que puede ser revolucionado, refundado, y que esa conclusión no es producto de un deseo romántico, sino de un diagnóstico perfectamente realista.
A fin de cuentas, la izquierda debe recuperar su capacidad de mostrar que lo realista es el cambio radical de las condiciones que generan la injusticia, y que lo idealista es creer que los problemas que se generan en ese orden se solucionarán profundizando ese orden.
Organizar la acción intelectual
Recuperar una teoría no es lo único que hay que hacer. De ninguna manera. Tampoco es una tarea de la que debemos esperar resultados electorales (por si a alguien eso le preocupa en este momento).
Pero si realmente queremos construir una izquierda sólida que tenga la capacidad de dar una respuesta a los males más intolerables que padece la humanidad, que padece hoy nuestro país, no podemos obviar esta dimensión.
Finalmente, abordar esta tarea no es un reto académico, aunque eso parezca. Es un reto político que debe enfrentarse haciendo uso de las herramientas académicas. El fin no es el conocimiento per se, sino el logro de una sociedad que haya superado todas las formas de dominación que impiden que un ser humano viva dignamente.
Y como todo reto político, es preciso abordarlo de forma organizada. En este caso, podemos hacerlo congregando gente comprometida, abriendo una agenda de temas a profundizar, rompiendo con la contemplación académica y tomando posición, pensando desde las luchas sociales y políticas, etc. En fin, la pelota está en la cancha.
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.