Javier Torres resalta, en su columna publicada en Diario 16, la importancia de la participación de la alcaldesa Susana Villarán en un evento en el cuál pueda responder, más allá del frustrado y penoso evento del Jurado Nacional de Elecciones, a las principales interrogantes sobre...
su gestión.
Por Javier Torres
Estando a vísperas de la consulta popular
de revocatoria, quiero compartir mi perplejidad frente a la difícil
coyuntura que atraviesa la ciudad de Lima. Es la primera vez en la
historia que tendremos la posibilidad de producir, mediante el voto, un
escenario en el que la alcaldesa y el concejo municipal en pleno dejen
sus cargos. Nunca hemos tenido una decisión de esta naturaleza entre
manos y lo primero que tenemos que tener claro es nuestra
responsabilidad personal respecto a ese posible escenario.
Mi primera perplejidad es acerca de la
ligereza con la que nos hemos embarcado en un proceso de revocatoria, en
el que no tenemos la menor idea de quién será el reemplazante de la
alcaldesa en caso esta sea revocada. Sabemos que podría ser cualquiera
de los regidores de su lista que no resulten revocados, o el primer
accesitario, en caso de no ser favorecidos con el voto. Me llama la
atención que para los simpatizantes del SÍ no es un problema saber quién
tomará el lugar de Villarán al frente del municipio. Parece resultarles
una preocupación irrelevante.
Al conversar con muchos simpatizantes del
SÍ, dicen muy alegremente que solo quieren que se vaya “la tía” –que es
como se refieren despectivamente a la alcaldesa–, agregando alguna de
las razones que se han repetido a lo largo de esta gestión. Cuando
respondo a esto comentando las complejidades de una gestión interina de
ocho meses, tras los cuales tendríamos que ir nuevamente a las urnas
para elegir a un alcalde que nos gobierne solo un año, simplemente me
dicen: “Pero ella se lo buscó”.
“¿Sabía usted que pedir la revocatoria de
la alcaldesa y del concejo en pleno es el equivalente a pedir la
revocatoria del presidente Humala y los 130 congresistas?”, agrego a la
conversación. Al pensar en la pregunta, los entusiastas críticos de la
alcaldesa “incapaz” e “ineficiente” simplemente se quedan mudos. Si
insisto con un “¿se imagina el desorden?”, mis interlocutores cambian de
tema o regresan en la conversación para insistir en la ola de La
Herradura, el puente del Rímac, el desalojo de La Parada y un largo
rosario que se repite una y otra vez. En estas respuestas hay un
malestar sincero, que no creo que sea producto solo de la campaña de
demolición contra esta gestión, pero que sin duda es un malestar
retroalimentado por los enemigos, críticos y detractores no solo de la
gestión, o sus propuestas, sino de la misma alcaldesa Villarán. Ella no
supo enganchar con el amplio sector de la ciudadanía que marcará el SÍ,
convencido de que eso es lo mejor y que difícilmente cambiará de
opinión.
Como sabemos, la política peruana es
proclive a sorpresas y volteretazos de última hora. Para que esto ocurra
tiene que haber una gran voluntad política. Y no me refiero al tipo de
voluntad que expresan regidores como Glave o Secada, que han hecho una
enorme faena defendiendo la gestión municipal. Me refiero única y
exclusivamente a la voluntad política de Susana Villarán. Es necesario
que la alcaldesa se dirija a los vecinos y vecinas de Lima
Metropolitana, no en un monólogo que los medios ni siquiera han querido
difundir, ni en una pantomima de debate como la exposición de motivos
que el JNE organizó, sino en un espacio donde se pueda someter a las
acuciosas preguntas de los y las periodistas más reconocidos del medio.
Bien organizado, este puede ser el espacio –y la última oportunidad– de
rendición de cuentas que la ciudadanía le exige desde hace buen tiempo.
PD. Como bien saben quienes siguen esta
columna, marcaré cuarenta veces NO porque creo que no hay razones
suficientes para que Villarán y sus regidores dejen sus cargos.
Fuente: Diario 16
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