Wilfredo Ardito* |
el mismo sector que predominantemente votó por Susana Villarán ha cambiado su forma de pensar.
Un difícil comienzo
Los sectores populares son los que viven en el Centro Histórico y
también los que más lo frecuentan, por lo que son los más sensibles a
las intervenciones municipales en dicha zona. Lamentablemente, al
inicio de la gestión, el equipo de Susana Villarán demostró mucha
improvisación e ingenuidad en temas claves, especialmente debido a la
reducción dramática del Serenazgo: fueron despedidos muchos efectivos
sin que se hubiera contratado a sus reemplazantes. Como consecuencia, en
pocas semanas, el caos regresó al Centro: los ambulantes vendían frutas
en el jirón Camaná, grupos de ebrios se encontraban en Quilca o el
Jjirón De la Unión a plena luz del día, y se llegó al extremo de que los
jirones Moquegua o Callao eran recorridos por mototaxis. A pocos metros
del palacio municipal, unos vándalos arrancaron la placa del monumento
al niño Petiso. A muchos limeños les pareció que se había retrocedido al
tiempo de Barrantes o Del Castillo. “No volveré al Centro en mucho
tiempo”, comentó entonces un amigo de San Martín de Porres después de
una desagradable experiencia con su familia.
Hacia la mitad de 2011, el desgobierno se fue revirtiendo. Los serenos
regresaron, más numerosos y mejor preparados, pero esos primeros meses
generaron la impresión de que la gestión de Castañeda había sido mejor.
“Es terrible que estemos echando de menos a un alcalde corrupto”, decía
un abogado en aquellos días.
No uno sino muchos prejuicios
El problema de la ineficiencia inicial era que Susana Villarán había
alcanzado el sillón municipal por una reducida mayoría, y por eso
requería urgentemente mostrar eficiencia. Tenía que hacerlo, además, por
su condición de mujer, en una sociedad donde a las mujeres se les exige
demostrar su capacidad, y por ser de izquierda, dado que mucha gente
piensa que la izquierda no sabe gobernar.
Además, la alcaldesa tenía en su contra los prejuicios raciales,
explicitados en los últimos meses de la campaña por la revocatoria, pero
que anteriormente ya estaban presentes. Los blancos en el Perú suelen
ser vistos por los demás peruanos como altivos, poco trabajadores,
egoístas y racistas, rasgos que en el lenguaje cotidiano se expresan
como de un “pituco”. Estas percepciones pueden afectar inclusive a
alguien que públicamente critica el racismo, como le ocurrió a Eliane
Karp. Estoy convencido de que uno de los factores de la derrota
electoral de Vargas Llosa y de Javier Pérez de Cuéllar frente a Fujimori
fue la imagen blanca-pituca que los dos candidatos y su entorno
proyectaban. Los méritos internacionales eran irrelevantes o, más bien,
una confirmación de la distancia respecto a la población. Frente a esa
fuerte carga, un candidato blanco que desee ganar elecciones en el Perú
(y en Lima) tiene que mostrarse excesivamente campechano, al estilo de
Ricardo Belmont o Alan García, o enfrentarse a alguien considerado aún
más pituco, como le sucedió a la propia Susana Villarán en relación con
Lourdes Flores.
Ni la alcaldesa ni su equipo han sido conscientes de estos problemas,
debido al tabú que impide reflexionar acerca de las consecuencias del
racismo en nuestra sociedad. Por esto es que mucha gente atribuye a la
alcaldesa el desprecio por los habitantes de San Juan de Lurigancho por
sus comentarios sobre las “lavanderas”, algo totalmente ajeno a su forma
de pensar, o cree que no sentía nada frente a los muertos en La Parada
(la idea de que “los blancos son crueles”). A esto se sumaron una serie
de decisiones que parecían mostrar a la Municipalidad alejada de las
necesidades de los sectores populares.
Las prioridades municipales
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El ejemplo más visible de conflicto con la población fue la decisión
de la Municipalidad de cerrar la avenida Arequipa todos los domingos,
para que practiquen ciclismo algunas decenas de personas. “Nadie nos
consultó”, me dicen unos mortificados vecinos de Lince. A diferencia
de lo que ocurrió con una medida similar tomada durante el régimen de
Andrade, en este caso se cierran innecesariamente más de cien cuadras a
cada lado de la Arequipa y se desvían numerosas líneas de transporte.
Muchas personas pasan ahora largos minutos en congestiones que jamás
habían sido vistas los domingos. Pese al daño que ha causado esta medida
a la imagen de la gestión municipal, algunos funcionarios municipales
estaban entusiasmados. Es más, el año pasado dispusieron cerrar la
Arequipa un miércoles para hacer pruebas ciclísticas, a la hora en que
miles de personas regresan a sus hogares.
También en el ámbito del transporte resulta chocante que se desconecten
los semáforos en avenidas como Javier Prado y Juan de Arona para que
para que inexpertas policías “dirijan” el tránsito, que privilegian el
paso de los vehículos particulares hasta por 15 minutos, haciendo
esperar a los vehículos de transporte público. Además, como cada vez se
incrementa más el número de autos particulares, los usuarios de ómnibus y
combis se ven más perjudicados.
Imagen 1
Leyenda: Plaza Italia, una innecesaria remodelación (fotografía: Wilfredo Ardito)
Otro problema de prioridades es la ruptura del uso tradicional de los
espacios emblemáticos del Centro Histórico. Algunos funcionarios pueden
haber considerado que se trata de una decisión innovadora, pero creo que
para mucha gente es muy violento. Lugares de relajación colectiva son
apropiados por el personal municipal para actividades que bien podían
hacerse en canchas deportivas. Lo más grave fue la instalación de pistas
para deportes extremos en la Plaza de Armas y la Plaza San Martín (en
el último caso con una gigantesca botella de Cifrut). En mi caso
personal, fue especialmente chocante la noche en que, con otros
transeúntes, fui expulsado del Parque de la Exposición porque en una
pequeña parte del parque se iba a celebrar un elegante matrimonio (sí,
de dos personas blancas). Esto sucedió a los pocos días de comenzar la
gestión y ha venido ocurriendo otros fines de semana, para malestar de
los ciudadanos que antes disfrutaban del parque. Al día siguiente de las
recepciones los desperdicios se acumulaban en los jardines antaño bien
cuidados.
Siempre en relación con los espacios públicos, causó controversia la
prolongada e innecesaria remodelación de la Plaza Italia, en los Barrios
Altos. Tratándose de una zona con muchos problemas sociales, parecía un
verdadero despilfarro, y rompe con la identidad de la zona.
Imagen y comunicación
Resulta penoso que la mayoría de limeños ignore que la Plazuela del
Cercado fue recuperada, que pueden visitar gratuitamente el nuevo museo
Bodega y Quadra, que existe el fascinante parque Animárboles en Comas,
que la Municipalidad ha logrado enseñar natación a miles de niños, que
se ha operado gratuitamente de cataratas a 1,700 ancianos y que gracias a
la “Ley Zanahoria” se ha reducido sustancialmente el número de personas
fallecidas.
Es verdad que ha existido un boicot informativo muy fuerte de parte de
muchos medios de comunicación, pero también lo es que la inexperiencia
del personal municipal para difundir los logros de la gestión es otra de
las razones para la desinformación de los ciudadanos. “Nos dicen que
los temas sociales no venden”, me decía una abnegada funcionaria
encargada de muchas intervenciones en contextos realmente difíciles.
Ella se refería a los funcionarios del área de imagen, que insistían en
difundir que la Municipalidad promueve las grandes inversiones y que
tiene el apoyo de la Confiep. Son argumentos que pueden interesar a los
sectores A y B, pero no a aquellos donde la alcaldesa tiene menos
respaldo.
Imagen 2
Leyenda: Recuperación de la plazuela del Cercado, un logro poco conocido
de la gestión (Fotografía: Wilfredo Ardito)
Una adecuada campaña informativa habría permitido, más bien, aclarar
por qué la Municipalidad no podía salvar el callejón El Buque (porque
está prohibida para invertir en inmuebles privados) o por qué muchos
negocios ilegales siguen funcionando (por las acciones de amparo). La
Municipalidad debería precisar con firmeza que dos de las personas
muertas en La Parada durante el desalojo de octubre fallecieron en
circunstancias totalmente ajenas a la intervención policial (al parecer
se trató de un robo, pues fallecieron por arma blanca).
Una de las situaciones más dramáticas de desinformación son los nuevos
paraderos de las avenidas Tacna y Abancay. A diferencia de gestiones
anteriores, la Gerencia de Transporte Urbano estableció paraderos
alternos para distintas líneas, lo que de por sí genera dificultades,
pero además no están señalizados según los números o nombres de las
líneas (Chama, Santa Cruz, 73), sino códigos municipales que pocas
personas conocen (NO, EM, SO). “Ahora si voy al Centro tengo que salir
con anticipación”, me dice una psicóloga “porque sé que me tomará más
tiempo llegar a mi destino”. La incertidumbre causa permanentes
incomodidades a los usuarios, y de poco ayudan algunos orientadores que
contribuyen al caos con sus silbatos. Solamente en los primeros días se
repartieron unos volantes imprecisos que no aclaraban los cambios de
denominación de las líneas ni señalaban con claridad los paraderos.
Inclusive el colorido logo Lima Para Todos genera confusión, pues no
está claramente asociado a la Municipalidad (el escudo de esta aparece
mucho más pequeño, y se le han quitado los colores).
El transporte y la incertidumbre
Precisamente, muchos problemas de la gestión actual se deben a los
problemas de comunicación de la Gerencia de Transporte Urbano con los
ciudadanos, sean pasajeros, transportistas o taxistas. Por ejemplo, se
entró en un innecesario conflicto cuando se dispuso que solamente
circularan ómnibus Euro 4, pese a que muchos transportistas acababan de
adquirir ómnibus según la norma Euro 3, aprobada en la gestión anterior.
La propia alcaldesa intervino para respaldar los nuevos ómnibus, y al
poco tiempo tuvo que retroceder. Meses después se granjeó un nuevo
conflicto al establecer regulaciones draconianas, como prohibir que los
choferes de combi escucharan música, a cualquier volumen. “Es privarle a
un hombre que trabaja 14 horas al día de su único entretenimiento”,
dice una amiga. Nuevamente, la Municipalidad retrocedió, pero ya se
había logrado generar la imagen de insensibilidad.
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Probablemente por un mal entendido espíritu de cuerpo, Susana Villarán
ha defendido siempre a la Gerencia de Transporte Urbano y a las demás
Gerencias, aun cuando cometían errores, lo que la ha expuesto
innecesariamente. A la larga, los ciudadanos no tienen la posibilidad de
obtener la destitución de gerentes, asesores o funcionarios
ineficientes… pero sí la de la alcaldesa.
Al caer la noche
Todas las noches, hacia las diez, el Serenazgo se retira del jirón De
la Unión, y este se llena de ambulantes y vendedores de comida. En el
cruce de Tacna y Emancipación se instala un paradero informal de
colectivos. En cuanto a los paraderos formales, tan difíciles de ubicar,
ya no son un problema: “A esta hora los vendedores ya paran en
cualquier parte”, comenta un vendedor de anticuchos.
Pareciera que para los encargados de la seguridad ciudadana o del
transporte urbano, de noche no vale la pena ya promover el orden. Casi
todos los que circulan por el Centro Histórico a esa hora pertenecen a
los sectores populares. No sería extraño que sintieran que, para ellos,
la Municipalidad no trabaja. ¿Servirá para ellos la propaganda por el
No?
* Abogado, Profesor de la Pontificia Universidad Católica del Perú.
Fuente: http://lamula.pe/barra/revistargumentos.org.pe/18
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