“Eras grande, Vallejo. Eras interior y grande, como un gran palacio de piedra subterránea, con mucho silencio mineral, con mucha esencia de tiempo y de especie”, le escribió el poeta chileno Pablo Neruda al vate peruano luego de conocer su muerte en 1938.
Cuando los escritores latinoamericanos llegaban a Paris, era necesario conocer a Vallejo. Se había ganado el reconocimiento y admiración de sus pares, y era considerado un filtro para...
ingresar al círculo literario compuesto por intelectuales de la talla de Alejo Carpentier, el mismo Neruda, entre otros.
Justamente el autor de “El Reino de este mundo” le contó a Reynaldo Naranjo -mientras este realizaba un libro acerca de la vida de Vallejo- que apenas pisó el ansiado suelo parisino le recomendaron entrevistarse con el autor de “Trilce”.
Fue entonces que Alejo, con la juventud a cuestas y algo nervioso, lo llamó. Ven mañana a las 5 de la tarde que es la hora en que realizo mi caminata, le dijo. La noche anterior, Carpentier había repasado las palabras exactas que habría de pronunciar ante el reconocido poeta. Al llegar a casa de Vallejo, quien vivía en un viejo hotel, este le dijo seriamente: solo te voy a pedir una cosa; no me hables durante todo el trayecto. Al parecer, contaría Alejo años más tarde, había tenido una fuerte gresca con Georgette, su esposa. Ambos hombres caminaron en silencio hasta que retornaron al punto de partida y se despidieron.
¿QUÉ HAREMOS?
Neruda se preguntaba, ante la ausencia del hermano, del compañero en las letras, del peruano prodigioso, lo mismo que Vallejo se cuestionaba al final del poema “Los nueve monstruos”. “¿Y qué haremos en este mundo para ser dignos de tu silenciosa obra duradera, de tu interno crecimiento esencial? Ya en tus últimos tiempos, hermano, tu cuerpo, tu alma, te pedían tierra americana, pero la hoguera de España te retenía en Francia, en donde nadie fue más extranjero”. Vallejo hacía de la tristeza una oda a la creación, de las penurias creaba sinceros versos y tenía la sensibilidad presente hasta en sus pisadas. Y fue feliz, un peruano pleno en el exterior, no el poeta mendigo que algunos quieren ensalzar.
En “Oda a César Vallejo”, el ganador del Premio Nobel de Literatura 1971 escribe: “Dos veces desterrado,/ hermano mío, / de la tierra y el aire, /de la vida y la muerte, / desterrado/ del Perú, de tus ríos, / ausente/ de tu arcilla. / No me faltaste en vida, / sino en muerte”.
La relación entre estos dos creadores fue relatada por el poeta uruguayo Mario Benedetti, en un escrito titulado “Vallejo y Neruda: Dos modos de influir”, donde califica a ambos escritores como dos presencias tutelares en la actual poesía hispanoamericana y afirma que la obra de Nicanor Parra, Sebastián Salazar Bondy, Ernesto Cardenal, Juan Gelman, etc. revelan, “ya sea por vía directa, ya por influencia interpósita, la marca vallejiana”. Un texto imperdible que nos acerca a estos dos personajes.
Tras la muerte de César, Georgette, la mujer de la que se enamoró al ver su figura desde una ventana, llegó a Lima a publicar los textos inéditos del hombre de su vida, a quien llamó siempre por su apellido. Y fue entonces que el acertijo estuvo resuelto. Quizá era la lejanía la máxima inspiración de César, y estaba en la huída su verdadera relación con el Perú, el país que le exige a un poeta la miseria para lograr la trascendencia.
MILAGROS OLIVERA
molivera@diario16.com.pe
Fuente: http://diario16.pe/noticia/25409-cuando-neruda-se-despidiao-de-caesar-vallejo
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