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Las cosas que uno medita mucho o quiere que sean 'perfectas', generalmente nunca se empiezan a hacer...
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"Cada mañana, miles de personas reanudan la búsqueda inútil y desesperada de un trabajo. Son los excluidos, una categoría nueva que nos habla tanto de la explosión demográfica como de la incapacidad de esta economía para la que lo único que no cuenta es lo humano". (Ernesto Sábato, Antes del fin)
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martes, 13 de noviembre de 2012

Sarita Colonia, “la más fiel acompañante de los desamparados”


Sarita Colonia es considerada en el Perú casi un símbolo nacional. Asociada a los sectores marginales, ladrones y desamparados, son muchos los que le entregan su devoción.  El artículo Sarita Colonia, la santa de los inmigrantes, de Rafael Alonso Mayo, da un alcance acerca de...
este personaje, su historia y su significado.
El cementerio Baquíjano y Carrillo, un antiguo campo santo ubicado en El Callao, el puerto más importante del Perú, es el lugar de llegada de cientos de peregrinos que arriban cada año, durante los meses de marzo y diciembre, para venerar a la que consideran su santa.
Se trata de Sarita Colonia Zambrano, cuyos restos descansan en este campo santo, y quien es seguida con singular devoción por miles de peruanos de todas partes del país. A ella se le atribuyen poderes milagrosos comparables a los de cualquier otro santo tradicional. Sarita es considerada como “la más fiel acompañante de los desamparados”, reza la leyenda popular.
Muchos taxistas en Lima llevan como amuleto una imagen de Sarita Colonia al lado del espejo retrovisor. Lo hacen para protegerse de los “Choros” (ladrones) y de cuanto peligro los pueda asechar en una ciudad donde se suele confiar poco en el prójimo. Lo hacen con la convicción de que muchos de los delincuentes que deambulan sin dios y sin ley por esta urbe de más de nueve millones de habitantes, son tan devotos de Sarita como para atentar contra “su propia madre”.
No en vano algunos suelen referirse a ella como “La patrona de los delincuentes”.
“Es que hasta los ‘choritos’ le tienen demasiada fe”, admite Rosana Ruiz, una mujer de piel bronceada por el sol que se gana la vida en este cementerio vendiendo artículos religiosos con la imagen estampada de Sarita, a quien también se le conoce como “La sierva de Dios”, “La patrona del pueblo”, “La diosa de los desesperados”, “La patrona de los pobres” y “La Sarita”.
Sarita Colonia 3
La mujer que vivió en la primera mitad del siglo pasado, tiene tantos devotos como consumidores de Inka Kola hay en toda la geografía peruana. Es seguida por empleadas del servicio doméstico, peluqueros, buseros, travestis, prostitutas, exconvictos y presos. Los “marginales”, como les llaman en Perú. No por nada uno de los penales más populares de El Callao lleva su nombre, lo mismo que un colegio del mismo sector, donde se cuentan por cientos los devotos.
Dos veces al año (el 1 de marzo y el 20 de diciembre, cuando se conmemora su nacimiento y muerte) llegan hasta el cementerio cientos de personas que hacen fila para poder tocar, si quiera, la tumba, ubicada al interior de la capilla, alrededor de la cual se pueden observar decenas de placas en las que los devotos le agradecen a Sarita por los milagros recibidos. El diminuto espacio, de unos diez metros cuadrados, es ocupado por una nube de personas y se hace difícil moverse en su interior. Otros se conformarán con acariciar la imagen que aparece pintada en las baldosas externas de la pequeña capilla, construida por sus seguidores cuando el mito y los milagros de Sarita empezaron a ganar notoriedad en toda la ciudad.
En un día de peregrinación es común la presencia de mariachis, mujeres que regalan almuerzos y gaseosas a los desconocidos, y vendedores de imágenes y otros objetos alusivos a Sarita. Todos llegan a este lugar con el único propósito de visitar la tumba de la hija mayor de la familia Colonia Zambrano.
A esta cita no solo vienen peregrinos de la periferia limeña, también de otras ciudades del interior del Perú y de países vecinos. Muchos de ellos inmigrantes que se han visto identificados con la historia de Sarita porque, al fin de cuentas, como ellos, Sarita y su familia alguna vez partieron de su tierra buscando un mejor futuro.
“Si es que hasta de Italia vienen todos esos ‘mariconcitos buen mozos’ a rezarle a la propia Sarita”, asegura Rosana Ruiz.
Sarita Colonia 2 (1)
Orígenes
La historia de Sarita comenzó en el humilde barrio de Belén, en Huaraz, una ciudad ubicada en la sierra norte del Perú, a más de tres mil metros de altura sobre el mar y a unos 400 kilómetros de Lima. Allí nació el 1 de marzo de 1914. Su padre se llamaba Amadeo Colonia Flores, de quien se dice trabajaba como carpintero. Su madre, Rosalía Zambrano, se desempeñaba como ama de casa. Sarita era la mayor de cuatro hermanos: Hipólito, Esther y Rosa; ésta última la única de la familia Colonia Zambrano que aún sobrevive y a quien muchos admiran por su parentesco con Sarita.
Se sabe también que la familia profesaba una profunda fe por la religión católica y que en algún momento de su vida Sarita estuvo tentada a convertirse en monja.
Sarita no era una niña del común. Su hermano Hipólito Colonia cuenta en su biografía que a Sarita “no le atraían las muñecas”, que más bien se interesaba en las estampas y en las medallas religiosas, y rezaba ante ellas en un pequeño altar que había adecuado en su casa para tal fin.
“En esta etapa de su vida se notaba claramente su vocación religiosa”, recuerda el único hijo hombre de la familia Colonia Zambrano.
“Se posaba de rodillas, miraba al cielo y rezaba con todo fervor y recogimiento”, menciona Hipólito en sus memorias. Hasta el día que su familia decidió viajar hacia la capital en busca de un médico que curara a su madre de la bronquitis que la afectaba; y tal vez con el deseo de encontrar un mejor futuro en la gran ciudad, el mismo interés que ha motivado a miles de peruanos desde hace más de tres décadas. Quizás ahí esté la respuesta de porqué tantas personas la veneran aún sin la complacencia de la Iglesia Católica.
La familia Colonia Zambrano se asentó en el populoso sector de Barrios Altos, en el centro de Lima. Sarita ingresó al colegio católico Santa Teresa de Mavillac, que era manejado por una congregación de monjas francesas. Pero el médico le recomendó a su madre vivir en un lugar de clima seco y a los Colonia Zambrano no les quedó otra opción que regresar a Huaraz. Cuatro meses después Rosalía falleció y Sarita, cómo hermana mayor que era, debió encargarse del cuidado de sus hermanos.
Sarita debió trabajar desde muy niña. Empezó ayudando en una panadería de Huaraz pero muy pronto regresó con su padre a Lima, donde se dedicó al cuidado de los hijos de una familia italiana que vivía en El Callao. También trabajó como vendedora de pescado en el mercado central, como vendedora de frutas, de ropa, y como empleada de una cafetería. En los andes peruanos es costumbre que en ausencia de la madre las hermanas mayores cumplan su rol y Sarita lo supo ejercer con absoluto compromiso.
Pese a su origen humilde y a los sacrificios que en vida debió soportar, los fieles reconocen en Sarita a una mujer bondadosa y generosa, un alma caritativa que compartió lo poco que tenía con los más necesitados que encontraba en su camino.
No había cumplido aún los 27 años de edad, cuando enfermó de paludismo pernicioso y falleció en el Hospital Bellavista, de El Callao. Aquello ocurrió el 20 de diciembre de 1940. Aunque su familia siempre sostuvo que después de beber aceite de ricino –sustancia utilizada antiguamente como laxante–, se quedó dormida y nunca más despertó.
Otra versión sobre su muerte se ha vuelto vox populi entre los creyentes de Sarita Colonia: se dice que se lanzó al mar cuando se vio acorralada por un grupo de hombres que pretendía violarla.
Sus restos fueron enterrados en una fosa común de la periferia del cementerio Baquíjano y Carrillo, y con el paso del tiempo su tumba empezó a ser visitada por sus familiares y creyentes, quienes frecuentaban el lugar para orar por las almas de los muertos desamparados. Se dice también que fueron los estibadores del puerto de El Callao los primeros en rendirle culto al alma de Sarita.
Pero no fue sino hasta después de los años setenta, asegura la socióloga Ana María Quiroz –debido al crecimiento urbano de Lima–, que el culto a “La Sarita” empezó a ganar cierta notoriedad entre las clases populares.
“La identificación con Sarita era inminente; ella y los suyos también habían llegado a Lima en busca de progreso”, analiza Quiroz, dando una explicación a este fenómeno religioso que cada día cobra mayor popularidad en el Perú.
¿Qué favores le piden los creyentes? La investigadora ha explicado que los milagros solicitados están relacionados con la posibilidad de conseguir un empleo. Algunos “le piden un cliente, la concreción de un trabajito, el éxito de una pequeña gestión, de un negocio o una venta”. Aunque en el ensayo sociológico “Los nuevos limeños” (citado por la revista peruana Caretas en 1998), Ana María explica el culto a Sarita desde una mirada “transgresora” de los fieles, muchos de ellos de origen marginal:
“Obviamente, estos tienen peticiones nada convencionales. Que se atragante con su propia lengua una vecina chismosa, que el próximo atraco resulte óptimo o que tras un coito el cliente quede satisfecho”.
tatuaje sarita colonia  y grupo la sarita
La popularidad de Sarita es tan alta que sobre ella se han realizado muchas investigaciones y se han escrito ensayos sociológicos y antropológicos. Ha inspirado canciones como la del Grupo Maravilla, una cumbia convertida en clásico en las zonas más deprimidas del país. “En los bares donde se reúnen los migrantes de la sierra peruana que fueron a Lima a buscar un futuro mejor, algunas personas lloran al escuchar esta canción, que representa mucho para ellos”, me advierte un colega peruano.
Sobre su vida se ha realizado una serie de televisión que se emitió en horario prime tame en el año 2001; se han producido varios documentales; un grupo de rock lleva su nombre y hasta una asociación de taxis y combis de Lima fue bautizada con el nombre de “Sarita Colonia”.
Incluso su silueta ha sido utilizada como imagen de Inca Kola, la marca de gaseosas más importante del país.
“Sarita Colonia está plenamente asumida como un ícono de identidad nacional”, ha dicho Gustavo Buntinx, historiador y crítico de arte peruano que ha investigado a fondo el culto popular por esta santa, y quien se ha declarado fiel devoto de ella. Eso explicaría porque uno no encuentra en las calles de Lima a alguien que lleve tatuado en su cuerpo una imagen del Señor de los Milagros, pero sí al muchacho que muestre con orgullo, en el brazo o en el torso, la silueta de Sarita Colonia.

Fuente: http://lamula.pe/2012/11/13/sarita-colonia-la-mas-fiel-acompanante-de-los-desamparados/danilanzara

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