Cristina Planas enfocó sus obsesiones bajo la idea del fin del mundo y terminó hallándose entre las piezas que iba haciendo con el temor a su propia muerte. El miedo había regresado al mismo lugar en el que empezó a brotar, en sí misma, y su facultad de poder controlar las piezas que lo reflejen.
En un recorrido por la muestra de Así sea, la
artista nos señala su primera escultura: La trinidad. En ella ha
representado a...
sus tres hijos como el espíritu santo, excesivamente
luminoso, además, entre la bruma que depara imágenes violentas, tristes y
salvajes.
La trinidad refiere al acto de persignarse y lo
usa como metáfora, ya que es lo primero que vemos antes de entrar a ese
otro lado y donde, al parecer, realmente ocurren las cosas y terminan de
encontrarse. El solo hecho de estar ahí nos convierte ya a la comunión y
a la ceremonia y nos habremos persignado aun sin mover un solo músculo o
sin la posibilidad de creer que nos santificamos.
¿Eres una persona religiosa, Cristina?, pregunto.
Ella duda observando la pieza con los rostros de sus tres hijos. “Tengo
mis dudas; sin embargo esta muestra trata de la necesidad de creer en
algo. He tratado de entender qué hay con la muerte. ¿Qué viene después?
Es válido preguntar. Y mi trabajo en estas piezas se basa en la
religiosidad y la violencia. Van juntas”.
Los jinetes arremeten
Y después de la persignación estamos ya ante los
paraísos de la duda o el infierno, concebido como un simple lugar
posterior a la muerte y no como el eterno castigo para quienes
cometieron faltas abominables. Estamos frente a los jinetes del
apocalipsis y todos llevan el mismo rostro de Cristina, representan el
hambre, la muerte, la victoria y la guerra. Incuso nuestro contexto
está exhibido. La violencia se ha vuelto inherente y todos pueden
reconocer a los perros colgados de los brazos de la escultura, como los
mismos perros que colgaba Sendero Luminoso, anunciándose en los postes
con esa violencia que tanto nos redujo. Otro jinete carga cabezas más
pequeñas “Reduje mi propio retrato y lo presenté como las mismas
reducciones de los indios jíbaros. En esta pieza levanto mi propia
muerte y decido interpretar todos los papeles de los personajes del fin
del mundo a ver si alguno depara mi salvación”. Otra Cristina carga un
Perú que sangra, mientras hay una con un cuchillo en la mano. Ella
comenta: “La trinidad es la única que se salva porque tiene la vida
eterna. Los que la peleamos somos los demás”.
Los clavos eternos
La duda de no saber a dónde dirigirse nos regresa,
creyentes o no, a la idea de un salvador, por lo que Planas expone una
reinterpretación de Lección de anatomía de Rembrandt y nos arroja un
Cristo desnudo sobre una mesa (acaso de disección) y en la que la luz
que va trozándolo reta al creyente. Cristo está siendo escaneado
meticulosamente. Con esto se busca interpelar la religiosidad por medio
de la ciencia bajo una pregunta: ¿cómo el cuerpo muerto de un hombre
halló creencia, devoción y divinidad por los siglos de los siglos? Amén.
Seré entre las fosas de tus ojos, nuevamente mis ojos, oh, Señor
Y la muerte y la política, al igual que la
religión y la creencia, también pueden ir juntas. Otra de las piezas es
Fosa común. Lo primero que vemos es la caída de una mujer sobre los
otros cuerpos muertos. “La que cae soy yo” Sí, Cristina como los
personajes de su propia muestra decide morir y en sus propias palabras
“esperar a que si me tiran sobre ellos, esa pueda ser la solución para
no morir finalmente”.
Pero cada pieza que exhibiste en tu muestra La
migración de los santos, está aquí, junto a tu propia representación y
caída; ¿regresas a ellos?, pregunto. “No. Están de otra manera, pero el
tema es recurrente en la medida en la que los necesito. Espero que de
morir me arrojen en esta misma fosa y, sí, porque aquí están mis propios
santos”.
La cabeza de San Juan Bautista desprendida ya de
su cuerpo en esta reunión macabra de cuerpos, es la de un shipibo; la
santa Rosa de la exposición anterior ahora está desnuda al igual que los
demás, y además están marcados por el dolor de su propia tortura y
exhibiendo sus heridas y la sangre que brota de ellas como debió hacerlo
el miedo al momento de su ataque. Sin embargo hablan entre ellos,
después de muertos, y todos terminan rezando el padrenuestro. “Me
entregué a mis propios miedos”, vuelve a comentar Planas.
Y una última pieza nos regresa a ese límite entre
la muerte tangible y el hombre bajo la producción de sus creencias. La
pieza Cementerio de Pucallpa resalta una foto que dice Paz. “Me pareció
interesante que se dijera paz en un último paraje o destino. Y en la
distribución de la muestra es el último lugar o pieza a la que
recurrir. Aquí acaba la muestra o el mundo”
El Así sea de Cristina Planas es, finalmente, una
oración compartida, desesperada por momentos, y entre la reflexión
sobre la gracia o desgracia de ser un creyente, rodeado de la
divinidad, que es igual a decir muerte. Y esta nos ronda, es inminente, y
nos alcanza junto a todas las promesas, miedos, junto a todos los
pecados y, entre ellos, la gran vergüenza por nuestros propios actos.
EL DATO
ASÍ SEA
Exposición individual de Cristina Planas. Esculturas y fotografías. Del 4 al 25 de octubre
Sala Luis Miró Quesada Garland
(Av. Larco con Diez Canseco. Miraflores)
Exposición individual de Cristina Planas. Esculturas y fotografías. Del 4 al 25 de octubre
Sala Luis Miró Quesada Garland
(Av. Larco con Diez Canseco. Miraflores)
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.