Por Gabriel Vela Quico
4 de octubre 2011
Hay diversas maneras de entender y justificar la violencia en el fútbol. El estilo freudiano podría hablar de una fijación de los goles y en los deseos reprimidos de mostrarse macho o atractivo. El estilo Maquiavelo podría decir que se trata de dividir y reinar, dividir equipos y barras de futbol para reinar en dinero y rentas. El estilo marxista dirá que es la expresión de la lucha de clases entre clubes y equipos de los adinerados y los no adinerados. En fin, lo cierto es que las barras y sus empresas de fútbol son grandes negocios y gozan de grandes ventajas y grandes poderes. El futbol a atrapado a miles en la idea de ser un deporte de mucha fuerza y gran destreza, pero tiene de manera inherente la violencia, el avivato, y el efectismo.
No gana el equipo que mejor juega sino el que meta más goles. Y eso es injusto, sin querer decir que el futbol debe hacernos justicia.
No juegan con apasionamiento todos los jugadores, muchos lo hacen con fines de lucimiento, de ganar dinero y sacarle provecho al máximo. Esa es la verdad.
No es el futbol el mejor deporte que los jóvenes deben practicar, nunca lo ha sido realmente, sólo sucede que está muy bien posicionado en la mente occidental centro y sudamericana. Lo que ocurrió con la muerte de un balquista evidencia lo pobre que estamos en deporte y como el paso de la barra se muta con facilidad al de delincuencia, pandillaje, o por lo menos, malcriadez.
En pequeños juegos vecinales o de barrio se muestra que el futbol quiere pretender ser el deporte masculino por antonomasia, pero no lo es. Cual es el sentido de gastar fuerzas y garganta en alentar a un equipo que está ensimismada en meter goles, y no necesariamente en jugar mejor.
La muerte de uno y otro barrista, las salvajadas cometidas que lindan con la delincuencia se aprende desde niños, en las escuelas, y en los callejones. La idea de competir se entiende como ganar, no importando las faltas y las agresiones pequeñas hoy y salvajes mañana.
La muerte no se aminora con cambio de camiseta ni con cero barras o sólo público femenino. La violencia en el futbol se combate abriendo con la misma fuerza a deportes más integrales y más emocionantes. Allí tenemos la natación o el atletismo, pero esas no son nuestras prioridades, porque no da mucho lucro.
En los colegios debieran castigarse los primeros conatos de barrismo o balquismo, para arrojar a temprana edad a esos que creen que las barras pueden hacer lo que les da la fuerza del grupo, de la turba, no puede haber impunidad desde niños o adolescentes. Es más debe intervenirse directamente a los clubes que patrocinan y socapan a delincuentes de sus labores. Perderemos muchos partidos de futbol pero ganemos más deporte.
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