¿Por qué Martha Meier Miró Quesada cree que en el Perú de Fujimori había libertad de prensa, a pesar de los medios comprados y los periodistas geishas enviados por sus empleadores detrás del dictador?
Y ¿por qué gente que piensa como ella (como Aldo M y otros) estiman que no se afecta la libertad cuando entre todos los dueños de los grandes medios se complotan para echar a Hildebrandt, y no permitirle regresar a la televisión; para despachar a Bayly por apoyar a Susana Villarán y volverlo a contratar para el asesinato mediático de Humala; y para terminar sacrificando a Rosa María Palacios porque cualquier grado de independencia política les resulta cada vez más inaceptable a las familias de la televisión y la gran prensa?
Y, finalmente, ¿por qué todos ellos se erizan cuando Ollanta Humala recuerda que la libertad de expresión es un concepto democrático y que no debería ser un privilegio de minorías, y titulan que ésta sí es una amenaza contra la libertad de prensa y todas las libertades?
Todos sabemos las respuestas. LA PRIMERA es que los empresarios que dominan el sistema de prensa del Perú identifican la “libertad” que tienen de hacer lo que les da la gana, con el poder de información y opinión que mantienen en sus manos, que incluso piensan que pueden venderlo, alquilarlo o prestarlo, y fingir independencia cuando están sometidos a un poder aún mayor.
En nuestro país no existe el delito de “vender la línea”, que es el que está inmortalizado en los vladivideos. Y si algunos broadcasters emblemáticos fueron presos o tuvieron que huir del país, fue porque los involucraron en peculado (complicidad en la apropiación de dineros del Estado).
Pero algunos, como Genaro Delgado, que fue a ofrecer la cabeza de Hildebrandt a cambio de favores judiciales, fue absuelto en dos instancias de la Justicia y la Suprema lo consideró demasiado viejo para procesarlo.
El hecho es que si los videos hubieran mostrado a los dueños de los canales vendiéndose a la Asociación de Banca, a la Sociedad de Minería o a la de Pesquería, a las que siempre apoyan, no se sabe exactamente a cambio de qué, no habría de qué acusarlos porque eso está dentro de los márgenes de su libertad.
Por eso, lo que pasó en los 90 se toma como escándalo, pero no como pecado capital. Y desde que aceptamos que Vladimiro podía decidir lo que veíamos, escuchábamos o leíamos, también podemos admitir que en el 2006, esto se decidiese con Toledo, PPK, Alan García y la Embajada de Estados Unidos, como se grafica en los wikileaks. Y que de alguna forma haya funcionado en el 2011.
La segunda idea es que los periodistas son peones de los que juegan las grandes estrategias. Esta semana tuvimos una muestra grotesca de obsecuencia cuando el director de un diario limeño dijo que si no se tiene química con el propietario, mala suerte; que es como decir que él sí tiene lo que los Agois requieren, hasta que lo requieran. Ciertamente echar a Rosa María Palacios es una muestra extrema de “libertad de contratación” (libertad de empresa, en realidad) imponiéndose a libertad de prensa, al margen de las preferencias del público y el juego de la competencia.
Finalmente, con todo esto se entiende que recordar el carácter elitista, concentrado y hasta oligopólico de la gran prensa, y la necesidad de una mayor apertura, resulta siendo tremendamente subversivo.
Fuente: http://www.diariolaprimeraperu.com/online/columnistas/los-periodistas-no-somos-parte-de-la-libertad-de-prensa_89502.html
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