Augusto Álvarez Rodrich |
Lo sufrió con dureza Alejandro Toledo por el reconocimiento de su hija Zaraí, lo resolvió con sangre fría Alan García por la revelación de su hijo Federico Dantón, y lo está padeciendo Ollanta Humala por las andadas indebidas de su hermano Antauro.
Si el problema personal de un presidente no se resuelve con oportunidad y en la intimidad, este se desborda y se convierte en asunto de Estado.
Es lo que ha producido el –cómo olvidarlo– condenado Antauro Humala por la revuelta de Andahuaylas, donde murieron cuatro policías, debido a su traslado de Piedras Gordas a la Escuela Militar de Chorrillos.
Las justificaciones ofrecidas por importantes miembros del gobierno –el premier, los ministros de Justicia y Defensa o el jefe del INPE– aludieron a un problema de seguridad del propio condenado y de sus padres.
Estas fueron, sin embargo, contradictorias e increíbles y,...
por eso mismo, no pudieron encubrir que el motivo principal era mejorar la situación carcelaria de Antauro por ser este el hermano del Presidente.
Los altos funcionarios que han querido justificar el traslado han acabado embarrados ante la evidencia de los hechos y, también, porque Antauro tiene, por decir lo menos, un serio problema de conducta y una necesidad de exhibicionismo que acaba desairando a sus propios benefactores. Ha significado, además, un agravio lamentable a los policías justo cuando se quiere levantar su moral tras la captura de Artemio.
En lo personal, lo ocurrido debe significar un desgaste emocional para el Presidente por la presión de sus padres, quienes no han ocultado –principalmente el patriarca Isaac– su desazón por la suerte de Antauro.
El desgaste mayor estará, seguramente, en la proyección política del presidente, pues el traslado de Antauro se suma a las gollerías que ya tenía, al nombramiento desu cuñada en un puesto público; o al agua tibia para el hermano Alexis e, incluso, para su ex abogado Omar Chehade.
Pero el problema será mayor ahora que se van revelando los contactos de Antauro no solo con el proyecto etnocacerista, violentista y racista que sigue liderando, con toda comodidad, desde la prisión; sino, también, con sectores de la bancada parlamentaria nacionalista; o, más increíble aún, con proyectos mineros a los que –sabe Dios a cambio de qué– les allana, como lobbista influyente y osado, el terreno para su operación fluida.
Antauro es hoy más que un condenado con privilegios por su hermandad con el Presidente. Él representa el nacionalismo bruto y achorado.
Su caso ya se salió de la intimidad presidencial y se ha convertido en asunto de Estado. Por ello, es obligación del presidente Humala resolverlo, cuanto antes, con el enfoque del estadista y no con el del hermano.
Fuente: http://www.larepublica.pe/columnistas/claro-y-directo/nacionalismo-bruto-y-achorado-13-03-2012
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