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Las cosas que uno medita mucho o quiere que sean 'perfectas', generalmente nunca se empiezan a hacer...
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"Cada mañana, miles de personas reanudan la búsqueda inútil y desesperada de un trabajo. Son los excluidos, una categoría nueva que nos habla tanto de la explosión demográfica como de la incapacidad de esta economía para la que lo único que no cuenta es lo humano". (Ernesto Sábato, Antes del fin)
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lunes, 12 de marzo de 2012

PUKLLAY, el juego sagrador

PUKLLAY, el juego sagrador

Por: Sonaly Tuesta

Para los pobladores de Andahuaylas, para los campesinos y campesinas, para quienes viven en los bordes y no respiran aún las buenas nuevas del progreso y el adelanto; para ellos, poseedores del saber milenario, hijos del cerro y de la tierra, las primeras lluvias anuncian el carnaval, época de éxtasis y de compromiso. Tiempo de alejarse de la cotidianeidad y la rutina, de abandonar la urdimbre y el fogón, de ingresar a ese estado mítico donde solo están permitidos la danza y el canto, la melodía incomparable de las tinyas y los cascabeles. El pukllay es ese algo que los engrandece, que los vuelve protagónicos. Cintas de colores, polleras y sombreros, fuerza. Fuerza mágica del látigo que cae certero en la pierna cuando llega el ceqollonacuy, enfrentamiento ritual, ajuste de cuentas, competencia.
 
El pukllay es...
la celebración de una gran fiesta, de las primeras cosechas, de la juventud y el emparejamiento. Andahuaylas es entonces el escenario indicado, cargado de historia, de saberes y creencias, que tiene en el carnaval un gran momento, pues cada uno de los distritos que componen esta provincia han mantenido su tradición a buen recaudo. Y cuando hay que mostrarlo, la emoción exagera. Y quienes sentimos, tenemos el cuadro perfecto de sublime pasión por lo suyo, por lo que les pertenece y nadie, al menos aquí, les va a imponer, prohibir o cuestionar.
 
 
Las comparsas de los poblados andahuaylinos se unen a decenas de gentes de todo el Perú en un concurso nacional, en el Pukllay de la Gran Nación Chanka, el cual fluye al ritmo de lo ancestral y al recuerdo del Taita José María Arguedas: “Yo no soy un aculturado; yo soy un peruano que orgullosamente, como un demonio feliz, habla en cristiano y en indio, en español y en quechua. Patos que hablan en lagos de altura donde todos los insectos de Europa se ahogarían; picaflores que llegan hasta el sol para beber su fuego y llamear sobre las flores del mundo”.
 
Si dejáramos de mirar como un espectáculo la verdadera esencia de los peruanos, aprenderíamos que nuestras manifestaciones, infinitas y diversas, son el vínculo que podría aplacar conflictos, presiones, prejuicios, distancias, abismos. El carnaval, con sus licencias y códigos, despliega su manto inclusivo y democrático. Todos bajo ese sol, bajo esa lluvia, inclementes, disparan el mismo mensaje: talento e identidad. Los campesinos y campesinas de Andahuaylas olvidan el olvido y se integran. Quizá las “buenas nuevas” lleguen el próximo marzo.

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