El gobierno, a finales del mes de junio, emitió un decreto supremo que aprobó el Plan Bicentenario. Este documento fue elaborado por el Centro Nacional de Planeamiento Estratégico (CEPLAN) y para su redacción se convocó a las diferentes esferas del gobierno, algunos investigadores del sector académico y, al parecer, a los actores de los diferentes sectores productivos. La preocupación por el mediano plazo es importante. Sin embargo, su aprobación se hizo fuera de tiempo. Con esta se condicionaría al futuro gobierno, sin que las diferentes fuerzas políticas, y menos la ganadora, hayan participado en su elaboración. Tampoco implica obligación alguna para las autoridades que están de salida.
Los seis ejes estratégicos del Plan se ven bien. Nadie podría estar en contra de un Estado basado en la plena vigencia de los derechos humanos y el respeto a la dignidad de las personas. Todos debemos procurar por una economía competitiva basada en la generación masiva de empleos con alta productividad. Es plausible insistir que se ofrezca igualdad de oportunidades y acceso irrestricto a los servicios. También buscar un crecimiento económico basado en el aprovechamiento sostenible de los recursos naturales. Es imperativo el mayor desarrollo de la infraestructura distribuida regionalmente y por último lograr una gestión pública eficiente que facilite la gobernabilidad.
Los problemas surgen cuando estas buenas intenciones deben convertirse en realidad. También hay errores en el diagnóstico cuando se elude evaluar las tendencias de corto y largo plazo de la economía internacional. Se omite a los emprendedores. No se dice palabra alguna de la gestión macroeconómica, asumiendo que todo estuviera muy bien. No ven peligros en el bajo nivel del tipo de cambio real, ni en los elevados márgenes de intermediación financiera. Todo se resuelve con credibilidad y predictibilidad. La desigualdad y exclusión ocupan un lugar menor. Todo el marco legal e institucional es para ellos ideal.
El Plan es al mismo tiempo una lista extensa de acciones estratégicas, pero que no miran alto ni lejos. La generación nucleoeléctrica, el trasvase de aguas de la vertiente del Atlántico al Pacífico, los grandes ejes carreteros al estilo del primer mundo, entre otros, son temas que se ignoran. Hay aportaciones en el mayor rol de la ciencia y tecnología, o en el desarrollo de encadenamientos productivos. El Plan debe ser revisado y reformulado; pero ante todo se debe fortalecer al CEPLAN, haciéndolo participar en el Consejo de Ministros. Las decisiones diarias deben ser tamizadas por una visión de mediano y largo plazo.
Fuente: http://www.diariolaprimeraperu.com/online/columnistas/ajustes-al-plan-bicentenario_90366.html
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